Como no sea del Amargo de Angostura, no soy fan de las bebidas con aquel sabor. Por eso nunca le hallé el gusto al Campari, por ejemplo. ¡Pero mi vida ha cambiado desde el jueves pasado! Desde que conocí el cóctel Milano-Torino.
El Milano-Torino es un cóctel preparado con una parte de Campari y otra de vermuth italiano rojo. Servido con Artisan Ice, me ha descubierto un mundo que no conocía. Siempre me ha gustado el Vermú, especialmente mitad rojo y mitad blanco con un twist de mandarinas. Pero el Campari no se ganaba mi corazón.
El vermú era una de las bebidas que mis padres nos dejaban, para celebrar el Año Nuevo cuando ellos se iban a parrandear y mis hermanos y yo recibíamos el nuevo año con mi abuelita Juanita y su hermana, La Mamita.
Al Campari lo conocía desde siempre porque en casa de mi tía Sylvia siempre había y yo veía a mi madre tomarlo con jugo de naranja; pero me parecía demasiado amargo. Amargura que disminuye y toma carices delicados cuando se mezcla con el vermouth. Además, el Artisan Ice, un hielo cristalino sin burbujas de aire, le añade magia a la bebida.
El jueves también conocí el Negroni, un cóctel que se hace con una parte de Campari, una de vermouth y otra de ginebra. Esta última no me era ajena porque mi padre era el dios viviente de los martinis, que preparaba shaken, not stirred, como para James Bond.
El Negroni se me atravesó en los años 80 cuando mi abuela, Frances, era bar tender en el Hotel Cacique Inn, de Panajachel (que era de su hermana, mi tía Adelita); pero no quise probarlo por mis prejuicios contra la amargura (en las bebidas, en las comidas…y en la vida). Un error lamentable que ha sido enmendado.
…ah, no olvides cáscara de naranja para el Mi-To y para el Negroni.
¿Por qué te cuento esto? Porque nunca es tarde para descubrir y aprender y para enmendar errores; y por lo importante que es la familia para aprender a disfrutar de los placeres, con moderación y joie de vivre.