En nuestro road trip en busca de beatos y máscaras, el domingo 4 de septiembre, al medio día, agarramos camino desde Santa Cruz del Quiché hacia Quetzaltentango, por la carretera que pasa por Totonicapán.
La parte vieja, cercana a Santa Cruz está generalmente en buen estado, con un par de puentes dañados. Es bello el camino porque el paisaje y los bosques son hermosos; pero, ¡Que vuelterío! No hay ganchos como en el camino a Chichicastenango, pero que de vueltas y vueltas.
Como íbamos cortos de tiempo, porque queríamos visitar esa tarde la Morería de Mexicanos, en Xela, pasamos por Totonicapán sin detenernos. A Raúl y a mi nos gusta muchísimo el pan de Toto y cada vez que yo veía una panadería me moría de ganas de detenerme y comprar un par de panes.
Es cierto que habíamos desayunado muy bien en Santa Cruz; pero a mi ya me dolían los huesos del hambre cuando llegamos a Xela. Pasamos ubicando la morería, sólo para saber exactamente dónde estaba y nos dirigimos al hotel. Desempacamos y ahí comimos de lo que llevábamos. Queso Brie, babaganoush y hummus fue lo que alivió mis angustias alimenticias.
Lissa, Rachel, Raúl y yo paseamos por el parque Centroamérica y visitamos la Casa N´oj (que era la casa de mi tatarabuela, Joaquina). Ahí había una reunión de gitanos y vimos a uno de ellos haciendo un show de fuego en el parque. Luego tomamos un taxi para ir a la Morería de Mexicanos, de don Norberto Sac Coyoy.
En un despliegue de generosidad y cortesía quetzalteca, don Norberto y de su esposa, doña María Angelina, nos recibieron en su casa y nuestro anfitrión compartió con nosotros mucho de lo que sabe de bailes, máscaras y tradiciones relacionadas.
No es poca cosa, porque su padre Rosalío y su abuelo José Luis también se dedicaban a la morería. Nos mostró sus máscaras de mexicanos y una joya de máscara que hizo su abuelo. Sacó, para nosotros, variedad de trajes y nos permitió jugar y ponernos algunos.
Nos contó la historia del baile de Mexicanos en la cual Penacho se enamoró de la Margarita y contrató a Pascualillo para que matara al patrón (el esposo de la Margarita) con una serpiente. También recordamos la historia del Ajis (que ya conocía por doña Mercedes Melecio, de Joyabaj). Este era un sacerdote adivino, maya, que vivía en el volcán Santa María (junto a Xelajú) y advirtió sobre la llegada de los españoles.
Don Norberto en Quetzaltenango; así como doña Mercedes; y don Esteban Suruy en San Juan Sacatepéquez son tesoros vivientes de las tradiciones chapinas.
Concluida la encantadora visita, en vez de volver al centro de Xela en taxi decidimos caminar y fue una buena decisión.
Pasear por las calles de aquella ciudad, a la luz de la Luna de Xelajú tiene su magia, y era domingo y no lo parecía, ¡qué vida hay en las calles!
Ya con hambre (de nuevo) decidimos tomar un taxi para ir a cenar a Tertulianos…que estaba cerrado. Entonces optamos por comer en La Stampa Bistro y que rico y agradable estuvo. Ahí conocimos a La Canche, una perrita callejera que duerme en el local pero no abandona su vida en las calles.
Así termino el día y a dormir porque el lunes sería importante para las investigaciones de Rachel sobre mártires y beatos.
En Quiché y Xela en busca de beatos y máscaras I