Que el estado abandonara su misión para dedicarse a satisfacer necesidades fue una de las inquietudes que movió a Friedrich A. Hayek a advertir que la humanidad iba en un camino a la servidumbre. ¿Cuándo? ¡Entre 1941 y 1943! En 78 años, imagínate cuánto hemos avanzado en esa ruta peligrosa.
Pero, ¿cuál es la misión del estado? Pues proteger los derechos individuales de todos sus habitantes por igual, sin distinción, ni privilegios. Y si comprendes los alcances de las frases de todos sus habitantes por igual y sin distinción, ni privilegios es fácil que te des cuenta de porqué es que la satisfacción de necesidades particulares mina aquella misión y nos hace enfilarnos hacia la servidumbre.
En busca del cumplimiento de aquella misión es que el estado (en realidad los políticos y burócratas que controlan el poder político) están moralmente obligados a imponer la paz. A dirimir controversias y a someter a los violentos. Mientras que dedicarse a satisfacer necesidades es una opción, lo de proteger los derechos individuales e imponer la paz son las razones de ser del estado.
Para cumplir aquellos propósitos tan importantes y necesarios que no se puede prescindir de ellos es que existen el derecho y las leyes. No la legislación como normas específicas y concretas destinadas a satisfacer necesidades; sino las leyes como normas generales y abstractas destinadas a mantener la paz, ambiente en el que florecen la cooperación social y la prosperidad.
Siguiendo a Hayek, por eso es que le damos a un grupo de personas que llamamos el estado, o el gobierno, el monopolio del uso legítimo de la fuerza, en sociedad…bajo la ley. No para imponer el orden, nótese, sino para imponer la paz. Uno y otro no deben ser confundidos.
De ahí que las autoridades, con autoridad, deban tener el apoyo legislativo, judicial y político necesario para proteger a las víctimas de los violentos, de los delincuentes, de los terroristas, de los violadores de los derechos individuales de los demás.
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Columna publicada en elPeriódico.