La libertad en peligro en tiempos de calamidad

Nada hace crecer al gobierno como una crisis. La gente se asusta, los políticos responden a ese miedo con promesas de que el estado intervendrá y mejorará todo, y el gobierno terminará siendo más grande y más poderoso. La pandemia del coronavirus COVID-19 amenaza una ola mundial de enfermedades, pero es lo más saludable que le puede pasar al poder del gobierno en mucho tiempo. Sin embargo, a medida que deja al gobierno con un brillo rosado, nuestra libertad terminará más demacrada que nunca, así dice un artículo por J.D. Tucille, publicado en la revista Reason; y estre curso de acción ya empezó en Guatemala

El miedo es real.  El otro día la vecina anciana de una amiga pasó al apartamento de mi amiga muy angustiada.  La anciana -que sospecho que se pasa buena parte del día viendo noticiarios- estaba notablemente asustada con todo eso del coronavirus. Es en ese ambiente que la gente está dispuesta a renunciar a la libertad y a aplaudir el engorde del estado y la multiplicación de oportunidades de arbitrariedad.

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En respuesta a los temores de la gente, la administración chapina se dispuso a hacer algo y de acuerdo con la Ley de Orden Publico decretó un Estado de Calamidad Pública. ¿Qué significa un Estado de Calamidad?  Que el Presidente de la República podrá tomar las medidas siguientes:

1) Centralizar en la entidad o dependencia que el decreto señale, todos los servicios públicos, estatales y privados, en la forma y circunstancias que el estado de calamidad pública lo requiera. Cuando se trate de servicios que presten entidades de carácter internacional, se procederá de acuerdo con los convenios respectivos.

2) Limitar el derecho de libre locomoción, cambiando o manteniendo la residencia de las personas, estableciendo cordones sanitarios, limitando la circulación de vehículos o impidiendo la salida o entrada de personas en la zona afectada.

3) Exigir de los particulares el auxilio o cooperación que sean indispensables para el mejor control de la situación en la zona afectada.

4) Impedir concentraciones de personas y prohibir o suspender espectáculos públicos y cualquier clase de reuniones.

5) Establecer precios máximos o mínimos para los artículos de primera necesidad y evitar su acaparamiento.

6) Ordenar la evacuación de los habitantes de las regiones afectadas o que estén en peligro.

7) Dictar las medidas adecuadas para el resguardo de las fronteras internacionales.

8) Tomar todas las medidas necesarias para que la calamidad no se extienda a otras zonas para la protección de las personas y de sus bienes.

Caricatura tomada de Facebook.

Por lo pronto, el presidente Giammattei ha advertido que hemos dado las instrucciones para que todas aquellas personas que divulguen noticias falsas podamos llevarlas a un proceso penal por hacer cosas que no son correctas. La primera baja va a ser la libertad de expresión y no está de más preguntarse:¿Quiénes, exactamente, y cómo, exactamente van a dererminar qué es verdad y qué no? ¿Cuál esel criterio que van a utilizar para definir qué es noticia? ¿Quiénes? Lo de procesar a personas que no digan lo que los políticos y burócratas quieren que digan, y en la forma en que quieren que lo digan, ¿va a ser de acuerdo con la Ley de Emisión del Pensamiento, o mediante un procedimiento arbitrario como parece implícito en la advertencia presidencial?

¿Te imaginas qué pasará si los políticos y burócratas disponen ponerles precios tope a mascarillas, desinfectantes y jabones? ¿Y si se los ponen a alimentos?  Lo que van a generar es escaseces de proporciones no vistas desde los años 70 y 80.  Quienes ya estábamos grandecitos para entonces recordamos cómo es que muchos productos desaparecieron de los anaqueles a causa de los precios máximos; y eso que no había miedo, ni calamidad.

¿Te imaginas qué pasará cuando a los políticos y burócratas chapines se les ocurra poner gente en cuartentena, en manos del sistema estatal de salud?

¿Te diste cuenta de que la administración ya le solicitó al Congreso que apruebe, de urgencia nacional, un endeudamiento de US$200 millones para enfrentar la calamidad?

Claro que frente a una amenaza como el coronavirus es prudente eliminar, o reducir las formas tradicionales de saludar, estornudar en la coyuntura el brazo y lavarse las manos con más frecuencia que lo normal; pero de eso a clamar por la intervención directa de políticos y burócratas en las vidas de la gente y de aquello a alimentar los apetitos estatistas hay la mar de peligros. Estas meditaciones no apuntan a que no deba haber acciones colectivas frente a la amenaza, ni que no haya lugar para la accion gubernamental; pero son una advertancia contra el peligro real de que el pánico aumente las formas en que políticos y funcionarios invaden las esferas de acción privada de las personas individuales. De cualquier manera, una cosa es lo que el gobierno quiere hacer y otra lo que puede hacer, tal y como señaló Henry Hazlitt, citado por Iván Cachanosky en un libro que te recomiendo: La conquista de la pobreza.

Los políticos son seres humanos y están sujetos al temor, incluido el miedo a ser rechazados por electores afectados por el pánico y que buscan que los funcionarios “hagan algo”. Por lo tanto, su instinto de explotar una crisis complementa su inclinación a calmar a los temerosos haciendo esfuerzos, incluso contraproducentes, para asegurar al público que todo estará bien, dice J. D. Tucille.

Y al final comparto ese  temor de que el coronavirus pasará; pero los daños a la libertad se enraizarán.

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