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Iximché fue el primer sitio arqueológico maya que visité. Lo hice con mis compañeros de colegio, en el Cuarto grado de primaria en el Colegio Guatemalteco Bilingüe como parte de la clase de Historia. Quedé enamorado de Iximché y siempre que vuelvo me quedan más ganas de volver. Mi espíritu aventurero y explorador se enciende. Mi imaginación agarra velocidad.
Iximché fue la capital del señorío Cakchiquel, en el siglo XVI fue conquistada por los ejércitos de quauhquecholtecas y tlaxcaletecas comandadas por los hermanos Alvarado, a su lado se fundó la primera capital del reino de Goathemala. En sus plazas y templos se respira el aire puro y fresco del campo y se respira, también, el recuerdo de su historia trágica. Tiene, al fondo, un lugar sagrado donde se celebran ritos y ceremonias. Cuando llegamos tuvimos suerte: el lugar no sólo emanaba los aromas propios del bosque, sino que de entre las ascuas ascendían ascendía el aroma del copal más noble. Yo no quería moverme de ahí. Quería que mi cuerpo y mi mente absorbieran todo aquello
Hace dos sábados, luego de desayunar en El pedregal, en Santa Apolonia, con Lucy, Raúl y el Ale recorrimos el sitio y gozamos la visita. Las pirámides son de menor altura que las de Zaculeu -donde recién anduvimos- pero no son menos encantadoras, ni mucho menos impresionantes.
Luego de Iximché nos dirigimos a El encanto, una finca en Tecpán. Allí, nos abrazaron la paz, el aire frío y el aroma de miles de pinabetes. Fue un fin de semana de caminar por el bosque, disfrutar de los amigos queridos y de buena comida y de leer junto a la chimenea -leí Marina, de Carlos Ruiz Zafón. Esta excursión es tradicional entre mis amigos; y es tradición que mi equipo prepare la cena del sábado. Este año hicimos pulled pork y salió delicioso.
Fue un fin de semana de Historia, lectura, bosque y muchas risas.