Historias de camionetas

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Durante casi un tercio de mi vida usé camionetas. Las 1 eran nuevas y las 2 generalmente eran viejas.  Eran viejas; pero no cochambrosas. No eran peligrosas y en Primaria podía irme sólo, al anochecer, desde la zona 10 hasta Ciudad Nueva. Cuando me capeaba del colegio le daba dos vueltas completas al recorrido de la 2. Me quedaba dormido y nunca me robaron nada. Pero ya no es así. Ahora las camionetas son inmundicias en las que los usuarios pueden perder la vida.

Acabo de leer que el presidente Maldonado sugirió hacer público el transporte colectivo porque de lo contrario no se va a resolver nunca la problemática de ese servicio.  ¡Si pues! Porque los hospitales estatales son eficientísimos; porque la educación estatal es competitiva mundialmente; porque el aeropuerto estatal rivaliza con cualquiera del área; porque las carreteras estatales están impecables; porque las prisiones estatales son modelos; porque cuando las telecomunicaciones eran estatales había abundancia de líneas telefónicas; porque cuando la energía eléctrica era estatal no había apagones de ocho horas.

No te engañes, cuando uno dice público o estatal, lo que en realidad está diciendo es: coercitivo y controlado por políticos y burócratas. Que no te engañen, el hecho de que los buses sean propiedad privada no quiere decir que el sistema de transporte colectivo sea privado. En realidad aquel es un negocio de connivencia entre los propietarios y los políticos y burócratas que –coercitivamente– controlan el sistema. Para participar hay que tener una licencia de parte de los políticos y burócratas. Una vez tienes la licencia, los políticos y burócratas te defienden contra la competencia. Aceitas a los políticos y burócratas y ellos transfieren riqueza de los tributarios hacia tus bolsillos con tal de que recibas suficientes rentas parasitarias como para no abandonar el negocio; y con tal de que el precio al público no les cause problemas a los políticos. Ahora les dicen alianzas público-privadas, pero son el estatismo de siempre.

Está claro que los pipoldermos probarán cualquier disparate antes que liberar el mercado del transporte colectivo.

Columna publicada en elPeriódico.

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  1. Basta con dar una miradita en los pueblos a los mototaxis, no serán perfectos, pero sin privilegios, ni subsidios, ni tarifas fijadas por burócratas movilizan eficientemente a las personas. La solución, como a todos los problemas, está en la libertad