Había un tiempo en el que los guatemaltecos tenían dignidad. En 1912 el secretario de estado de los Estados Unidos, Philander C. Knox se dejó caer por Guatemala para hacer lo que hacen los procónsules cuando visitan las áreas que tienen a su cargo: Para que se hiciera la voluntad de La metrópoli.
La Historia cuenta que el gobierno de Manuel Estrada Cabrera le complicó el viaje y Knox tuvo que acortar su visita de tres días y llevar a cabo una visita indiferente y superficial. El enviado desembarcó en el Puerdo de San José el 14 de enero de aquel año y viajó en un tren especial a la ciudad de Guatemala. Caminó por calles rodeadas de soldados, calles cubiertas de hojas de pino y aserrín de colores con arcos de bienvenida. Estuvo tres días muy festivos preparados por Estrada Cabrera. Hubo demostraciones militares, banquetes, baile y visitas a instituciones de caridad. El Secretario recibió un grado honorífico de la Universidad de San Carlos y asistió a una fiesta escolar en el templo de Minerva. Knox fracasó en su misión, esto lo puedes leer en La época de Estrada Cabrera a través de testimonios inéditos orales, por Mauricio Pinto.
Knox fue hospedado en el Palacio Yurrita, la casa que ahora ocupa el Tribunal Supremo Electoral. Según un nieto del general Francisco Mollinedo que era muy cercano a Estrada Cabrera, su abuelo le contó que la estrategia del Presidente era la de marearle la perdiz al Secretario de estado y hacer que fracasara su misión; y por eso lo tuvo de fiesta en fiesta. En aquellos tiempos había dignidad.
Ernesto Viteri, en la tésis de Pinto, dice: don Manuel estaba bien con los Estados Unidos; pero no era un vendepatrias, eso sí hay que reconocerlo, no era un individuo incondicional de los Estados Unidos, tenía suficiente personalidad. En aquellos días había dignidad. Miguel Angel Asturias recordaba que los alumnos de su colegio, el Instituto Nacional Central para Varones se negaron a desfilar delante del visitante en el templo de Minerva, se presentaron sin uniformes y en el momento oportuno gritaron No, no Knox; No, no, Knox.
En aquellos tiempos había dignidad.
¿A qué viene esto? En diciembre pasado, el Gobierno de los Estados Unidos anunció que su apoyo a Guatemala está condicionado a que se se haga su voluntad en cuanto a seguridad ciudadana en este país y que se haga su voluntad en asuntos judiciales y políticos propios de los Guatemaltecos, específicamente en el caso del juicio contra el expresidente Efraín Ríos Montt. Para el record, a Ríos Montt posiblemente hay que juzgarlo por otras cosas; pero no por genocidio, delito cuya tipificación no corresponde a lo que los grupos interesados quieren que corresponda.
De cualquier manera, tanto la administración de Barack Hussein Obama, como cualquier otro gobierno extranjero que pretenda imponer sus criterios en asuntos propios de los chapines, no encontrarán ahora quien les cante su No, no Knox; ni quien le de su entretenete camote como en tiempos de don Manuel. Ahora queda poca dignidad, y abunda el serivilismo. ¡Hasta la intervención directa de una embajada, o dos, o tres, es bienvenida, si sirve a los intereses del establishment y de la nefasta oligarquía de los derechos humanos.
Y en última instancia si te interesa el tema de cómo es que la ayuda para el desarrollo y la ayuda exterior son lastre para los países como Guatemala, seguramente te interesan estos libros:
The Lords of Poverty, por Graham Hancock
El espejismo humanitario, por Jordi Raich
ONU historia de la corrupción, por Eric Frattini
The Impoverishing Effects of Foreign Aid, por Manuel F. Ayau
Este no hay modo que lo lea; pero me lo han recomendado mucho: Blanco bueno necesita negro pobre, por Gustau Nerín.
¡Quédense con su ayuda…y dejen de actuar como imperio!
Foto: Philander C Knox-H&E por Harris & Ewing. De dominio público via Wikimedia Commons.
Es una tristeza que así como hemos perdido la educación, la cortesía, las buenas costumbres y todo lo demás, perdímos también la dignidad.