Lo que más me gusta de las Luces Campero es que hacen que me maraville como cuando era niño. ¿Sabes? Esa sensación de que estás en la presencia de algo admirable y extraordinario. No es sólo la pirotecnia con sus luces y sus formas; sino las reacciones de la gente alrededor de uno. Es lo grande de los fuegos artificiales. Y cuando el niño da paso al adulto, son el arte, la tecnología y la ciencia que hay detrás del espectáculo, lo que me deja boquiabierto frente a las luces.
Las luces se dejan ver durante 30 minutos, son más de 75 mil y suben hasta 250 metros. Este año estoy seguro de que vi muchas innovaciones. Estoy seguro de que las luces eran más complejas. Hubo muchas sorpresas.
Me gustan los retumbos de los estallidos y la sorpresa detrás de cada uno. ¿Qué forma tendrá? ¿De qué colores será? ¿De qué tamaño? Así una tras otra y cada tanto, una de ellas hace que uno exclame un ¡Ah!, un Wow!, o un ¡Oooh! No importa si eres un niño de brazos, o si a los 80 todavía puedes ver el mundo con ojos de crío, las Luces Campero son capaces de sacar lo mejor de ti del mismo modo en el que lo sacan lo que es bueno, lo que es bello y lo que es pacífico.