Ese es el otro pay de pollo que hacían mi bisabuela, Adela; mi abuela, Frances; y hace mi madre, Nora. Es muy distinto al que hice el 4 de agosto pasado y es más tradicional. Este lleva crema de hongos, trocitos de zanahoria y de chile pimiento.
Mientras lo hacía recordé la mesa esmaltada en la que Frances hacía la pasta del pay. Me di cuenta de que uso el estribo de Nora y el bolillo de mi abuelita, Juanita. Ahora que he estado haciendo pays recordé que es cierto que muchos de los momentos más felices de mi infancia los pasé en la cocina estorbando y aprendiendo. De mi padre, Luis, aprendí a limpiar calamares y que hay que descartar las almejas que no se abren, por ejemplo. ¿Por qué es que esas cosas me hacían feliz? Creo que no sólo es porque me daban nuevos conocimientos y habilidades; sino porque creaban y estrechaban vínculos no sólo con las personas que amo (y amaba), sino entre generaciones y a lo largo y ancho de la historia de mi familia. Muchos de los pays que hacía Adela, son recetas de su madre, Minnie. Mis abuelos no cocinaban…bueno….tampoco. Una vez oí que mi abuelo, Jorge, era muy hábil para darles vuelta a los panqueques mediante el procedimiento de lanzarlos al aire con la sarten; y oí que mi abuelo, Luis, hacía sus propios huevos tibios para el desayuno.
Tal vez soy algo exagerado en estas cosas; pero cuando hago estas recetas me conecto con el mundo del que vienen.