En defensa del “transfuguismo”

No nos engañemos.  Para comenzar, los partidos políticos guatemaltecos no son las organizaciones que median entre mandatarios y mandantes; ni son las plataformas filosóficas y programáticas que describen los textos de ciencias políticas.  Aquí son maquinarias electoreras y roscas que sirven para llegar al poder.

Cuando fuiste a sufragar, ¿conocías a todos, o a la mayoría de los candidatos a los que les diste tu  voto?  ¿Sabes, ahorita y sin tener que pensarlo mucho, a quiénes les diste tu voto en cada una de las planillas de diputados?  Si conocías a dos, o tres de aquellos candidatos…¿tenías idea de qué piensan de asuntos tan importantes como las reformas constitucionales, la reforma política, la eliminación de privilegios, o  la ley de telecomunicaciones?

Dicho lo anterior, la prohibición del llamado transfuguismo sólo sirve para conservar aquel estado de cosas en beneficio de una clase política inepta y corrupta que requiere del uso de la fuerza para mantener su poder e influencia.  Sólo sirve para blindar un sistema podrido.  Y además…¿qué tal si hay un buen candidato, o un buen diputado que ya no soporta la corrupción y la farsa que hay en la organización a la que está vinculado?  Yo digo que esa persona debería tener la facultad de decir Hasta aquí e irse sin pena.

En mi opinión, los ciudadanos deberían tener la posibilidad de ver -con claridad- que el actual sistema es insostenible.  Deberían poder ver -con claridad- a qué clase de gente eligen.  Y el transfuguismo facilita estos dos procesos.  Si la libertad de conciencia para los diputados fuera bien vista, los electores podríamos ver que uso hacen de ella los que dicen representarnos.  Yo opino que para la educación cívica de mandatarios y mandantes es más provechoso que haya libertad de conciencia y de movilidad, que que se fuerce una permanencia artificiosa y engañosa disfrazada de lealtad.  Es mejor que los desleales y los camaleones sean fácilmente identificables, que amarrarlos por la fuerza y crear un espejismo de solidez y confiabilidad del sistema político.

Si entendemos que los partidos chapines son lo que son, es difícil y es moralmente inexplicable que tratemos de pedirles lealtad y coherencia a los candidatos y funcionarios vinculados a esas organizaciones.  Más bien, como en el jiu-jitsu, habría que utilizar el sistema contra sí mismo y exponer la realidad.  La responsabilidad, entonces, sería de los electores, a quienes les correspondería separar la paja del grano y no darle su voto a los que no lo merecen.  Así es en el mercado.   Tu no compras donde te dan libras de 14 onzas, ni regresas a donde te metieron tomates podridos entre los tomates buenos.  ¿Por qué es que sí haces eso en el terreno del poder?

Finalmente…¿te acuerdas de aquel derecho individual que se conoce como libertad de asociación? Pues, eso.  Nadie debe ser obligado a asociarse con quienes no quiere. La libertad de asociación debe prevalecer sobre el interés político.

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  1. A estas alturas, creo que la mejor opción sería elegir a los diputados de forma individual, sin planillas, sin partidos.

    En la historia de Guatemala nunca se ha votado por filosofías o planes de trabajo, siempre se vota por “las caras”, por las personas, entonces mejor habrá que institucionalizarlo de una vez, talvez podamos subir un escalón, para salir del sótano donde estamos.