La obligación de educar a la prole

Ayer leí, en la página 32 de El Periódico, algo que parece un campo pagado y que es una alocución de Rodolfo Quezada. La misma dice que el Concilio Vaticano II enseña que puesto que los padres han dado la vida a los hijos, tienen la gravísima obligación de educar a la prole.


Me llamó la atención eso de gravísima obligación porque estoy totalmente de acuerdo con ello. Los que engendran hijos tienen la gravísima obligación de educarlos, alimentarlos, vestirlos, respetarlos, y en general criarlos. Por eso mismo, quienes no quieran, o sepan que no van a poder educar, alimentar, vestir, respetar y criar prole, no deben tener hijos. Por eso es muy importante que las personas -¡y sobre todo los jóvenes!- sepan que pueden amarse y gozar del sexo sin que necesariamente tengan que engendrar hijos y tener prole. Por eso es importante que conozcan, desde chicos, distintos métodos anticonceptivos para que puedan elegir entre el que más les convenga.
Los hijos no deseados y no queridos, o los hijos que no pueden ser educados, alimentados, vestidos, respetados, ni criados por sus padres son los que terminan en abortos, o en el abandono. Y por eso es una irresponsabilidad inhumana pretender que, en un país donde la actividad sexual empieza por ahí por los 13 años, se les niegue a los niños información objetiva acerca de lo que de verdad implica tener hijos, y sobre las opciones disponibles para evitar la prole.
Si fuera cierto que los niños traen el pan bajo el brazo (y la ropa, la colegiatura, las vacunas y otras necesidades físicas y mentales), otro gallo cantaría. Pero la verdad es otra; y como decía mi padre: Cría a tus hijos, y sabrás cuánto cuestan la leña y el arroz.

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