Casa Xara, un finde entre la lluvia horizontal

 

Acabo de estar en el túnel del tiempo; porque pasé un par de días en el Molino Helvetia, en Tecpán.

Helvetia tiene unos 100 años y era un molino de trigo. En sus inicios era movido por el agua del río adyacente y ahí se producía harina con el trigo que se cultivaba a inmediaciones. Con la modernidad, la fuerza hidráulica fue sustituida por energía eléctrica; y más recientemente, la actividad molinera fue trasladada a la ciudad capital.

Allá, en Tecpán, quedaron la casa patronal, la maquinaria, los silos, la presa, los talleres, la casa del molinero, la capilla y un bosque exuberante bañado por la lluvia horizontal, como se le conoce allá a la neblina.

Tuve la suerte de ser alojado en la casa Casa Xara; una edificación de madera de allá por los años 50, que está impregnada de ese aroma relajante que tienen las casas que son calentadas con leña, casi a diario. En ella se hallan revistas de los años 20 y 30, baúles para cruzar el Atlántico, docenas de detalles encantadores y un inconfundible ambiente de casa de campo, entre sereno, sobrio y ensoñador.

La Casa del Molino es diferente. Buena parte de ella es de los años 20, cruje en consecuencia y su aroma es dulzón porque queda justo al lado de las viejas instalaciones molineras. En ella se vive un ambiente rústico, familiar y misterioso.

En ambas casas, y en el molino, el tiempo se ha detenido.

El bosque que rodea el molino está lleno de encinos, pinos, cipreses y pinabetes, muchos de ellos majestuosos. Está habitado por helechos y una gran variedad de flores. Y claro, entre sus habitantes se encuentra, también, una pléyade de aves. De hecho, y sin ser experto, a mi me despertaron por lo menos 8 diferentes piares y graznidos. Por cierto que, ¿saben qué música me hubiera gustado escuchar allá? Fiesta de pájaros, de Jesús Castillo; y Las cuatro estaciones, de Antonio Vivaldi.

Los cantos de las aves, el rumor del río, el viento entre los árboles y el silencio son los ruidos que rodean Helvetia. Y en ese medio, tan propicio para intercambiar ideas y para pensar, tuve la dicha de pasar dos días, invitado por la Asociación Guatemalteca de Intérpretes y Traductores, con motivo de su Seminario 2008. Ahí presenté una conferencia titulada Del telégrafo al blog.

Allá estuve acompañado por Ana Herrerías, empresaria que hace posible Casa Xara; así como por la escritora Carol Zardetto; el dramaturgo Rubén Nájera; y un elenco extraordinario que incluía a Valentina, la astróloga; y a Judy, la actriz.

En esa compañía y en aquel ambiente, pasé un fin de semana en el cual aprendí mucho.

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