La obligación de leer y la de disfrutar de la lectura

La hemorragia es el flujo de sangre incontrolado, fuera de su continente normal que es el sistema cardiovascular. Así, la legislorragia es el flujo incontrolado de normativas y reglamentaciones, más allá de las leyes propiamente dichas. La palabra viene de legis o leyes; y ragia o flujo violento.

Las leyes, propiamente dichas, son generales y abstractas, contrario a las normativas y reglamentaciones, que son particulares y específicas, aveces hasta con nombre y apellido, y generalmente excluyentes. Las leyes no fijan fines u objetivos, las normativas y las reglamentaciones sí.

Un ejemplo de legislorragia es la Ley de fomento para la lectura y la comprensión lectora, opus del diputado Roberto Villate y compañeros.

La exposición de motivos está plagada de una erudición pomposa, arrogante, decimonónica y pretenciosa en la que se hace alusión a la Biblioteca de Alejandría, y en la que se hace uso de frases como que “el libro acompañará al hombre hasta el último día de su vida sobre la tierra. Sencillamente porque ha sido la más alta representación de la presencia del hombre en el universo”; o como que “una lectura disfrutada con riqueza y plenitud es la conquista más plena que puede hacer un hombre en su vida”; o como esta otra: “la lectura debe causarnos placer”.

Reconozco que la lectura es un placer, al menos para mí; pero nunca me atrevería a legislar basado en que la lectura debe ser un placer. La riqueza y plenitud de una buena lectura son maravillosas, al menos para mí y para mucha gente que conozco; pero…¿se atrevería usted a legislar basado en que esa es la conquista más plena que puede hacer un hombre en su vida? ¿No es eso como imponer los valores de uno, en otros? ¿No eso, arrogancia pura?

A mí me place mucho leer, y de alguna manera puedo decir que me gano la vida gracias a lo que leo (y a lo que escribo) y ciertamente que la mejor herencia que me dejó mi abuela fue aquel amor por la lectura; pero, ¿tengo derecho a exigir que sea igual para los demás? Creo que no. Creo que es tan arrogante, como alguien que se quejara de que “la gente prefiere comprar teléfonos móviles, en vez de libros”, como si la gente fuera menos, porque tiene otras necesidades, o porque goza de otros placeres.

Es snob pretender que la gente es menos porque su conquista más plena es algo que nosotros no apreciamos, o porque encuentra placer en gozos que nosotros despreciamos.

La norma parece buena; pero en el fondo es perversa porque pretende cambiar a la gente a fuerza de legislación. Eso es maligno y propio de las mentalidades totalitarias. Ya lo dijo Hannah Arendt: “A lo que aspiran las ideas totalitarias no es a transformar el mundo exterior o a transmutar revolucionariamente la sociedad, sino a transformar la propia naturaleza humana”.

La norma en cuestión pretende crear Consejos para el Fomento de la Lectura, que “establecerán los tipos de lectura que convengan” a los estudiantes. O sea que se leerá lo que manden los sabios de los consejos. Y todo lo que interese a los chicos, será excluido. ¡Ah, chispas! Si así hubiera sido conmigo, yo nunca hubiera conocido muchos de los autores que influyeron y enriquecieron mi vida.

La norma manda a establecer una hora de lectura que deberá ser coordinada a lo largo y lo ancho de todo el sistema educativo. Pretende que en cada aula (de esas que no tienen escritorios, ni pizarrones, ni nada) haya un rincón revistas, obras literarias, periódicos, libros de lectura, bibliotecas de la paz y demás. Esto último da un poco de risa (en medio de lo absurdo) porque, eso de los periódicos, ¿habrá una suscripción a cada diario nacional por aula, o una por escuela? Los chicos, ¿leerán diarios del día, o diarios viejos? ¿Serán diarios nacionales, o extranjeros, o ambos?

La norma pretende que los estudiantes del Ciclo Básico lean por lo menos cinco libros durante el ciclo escolar. Y la pregunta aquí es que esos cinco libros, son adicionales a los que ya hay que leer de acuerdo con los curricula existentes? Y si no lo son, ¿de qué sirve esta disposición en particular?

Repito que no me opongo a la lectura (lo cual es necesario aclarar para anticiparme a los chillarán que sí); repito que considero que la lectura enriquece y da placer (lo cual es necesario aclarar para anticiparme a los que no saben que soy un eudaimonista, un hedonista y un epicureo). Lo que no se vale es usar la ley para imponer valores, ni placeres, ni nada. No se vale usar la ley para imponer que la lectura sea comprendida. No se vale usar la curul para contribuir a la legislorragia. No se vale usar la facultad legislativa para normar y reglamentar hasta si uno debe disfrutar de los libros, o no.

Comments

comments

1 comment

  1. Leí la iniciativa y opinaré como lector: Imposible. El problema comienza con que la educación del sistema está fundida sobre un magisterio inculto, y más aún, que en el fondo desprecia la lectura, por lo que no saben otra forma de propiciarla que obligando en lugar de estimular. Que un contador público y yo despreciemos la Lectura no es tan grave problema, más allá de su responsabilidad. pero que lo haga quien imparte docencia ya es grave. Por eso tal ley va al purgatorio donde duermen similares acciones. ¿Cómo determina esta ley qué lecturas serán las de los gustos de los alumnos? ¿Qué ley le da la metología correcta a los docentes incultos y despreciadores de la lectura para que estimulen lo que no tienen en sus alumnos? Un amigo mío empieza sus clases de literatura a adolescentes que quizá jamás han leído un libro preguntándoles qué tipo de películas les gusta. Y luego procede a comparar el lenguaje cinematográfico con el literario, para terminar recomendando según las aspiraciones de cada alumno. Ley de Fomento para la Lectura y la Comprensión Lectora. Por favor, hasta el nombre es ridículo.