Quezada corta varas

Cuenta la leyenda que un campesino bastante sordo fue saludado desde lejos por un compadre suyo; y entre ellos se produjo el diálogo siguiente:

-“Adiós, compadre”.
-“Aquí, compadre, cortando varas”.
-“Adiós, le digo”.
-“Sí compadre, para hacer un cerco”.

Y por eso es que aquí, en Guatemala, se dice que alguien está cortando varas cuando -fingiendo demencia, o ignorancia- lleva el diálogo por donde le conviene, independientemente de los hechos, o de la naturaleza de aquel.

Eso mismo hizo el purpurado Rodolfo Quezada en su mensaje dominical. “Para Quezada”, dice la nota mediática correspondiente, “la firma de la Independencia conllevó más situaciones negativas que positivas”. Por lo que cabe preguntarse si, a juicio del Príncipe de la Iglesia, hubiera sido mejor que Guatemala continuara siendo una colonia española, y no un país distinto.

El Cardenal asegura que “hay muchas sombras en nuestra historia, como la polarización entre los partidos Liberal y Conservador”, explicación que no está alejada de la verdad; pero que queda sospechosamente incolclusa si no se aclara que el Partido Conservador era el partido de la organización que dirige Su Excelencia. De hecho, en Guatemala todavía les decimos cachurechos a los iglesieros, de la misma forma en que,antaño, se les decía así o cachos, a los Conservadores.

Por supuesto que a la dirigencia cachureca le molesta que hubiera enfrentamiento; pero, ¿cómo no iba a haberlos si la Iglesia Católica se aferraba a sus privilegios económicos y políticos? La Revolución Liberal -con todo y sus defectos constructivistas, racionalistas y de corrupción- fue un paso adelante en el desmantelamiento del sistema feudal y colonial que tanto agradaba a los Conservadores y a sus patrocinadores entre la aristocracia y el alto clero.

Otro de los bemoles que Quezada le encuentra a la Independencia es “la exclusión de los indígenas por la ausencia de un prócer de ese grupo”. Y claro, hora en estos tiempos de corrección política está de moda ningunear cualquier proceso social que no incluya a todos; pero ningún proceso importante incluye a todos. La Revolución Americana fue hecha por individuos que pertenecían a una elite: Washington, Adams, Hamilton, Franklin, Madison, Mason, y otros de esa estatura. La Revolución Francesa fue consecuencia de las ideas y las acciones de personajes como Diderot, D`Alambert, Rousseau, Voltaire, Robespierre, y otros parecidos. El mismo Lenin se dio cuenta de que la Revolución Proletaria no iría a ningún lado si seguía esperando a que –según lo había predicho Marx- los proletarios se alzaran contra la burguesía. Y por eso es que Ilich Ulianov se sacó de la manga el concepto de la Vanguardia de la Revolución, que no era sino él y sus amigos, constituidos en elite revolucionaria. Los procesos sociales importantes no los hacen todos; los hacen unos: los que en ese momento histórico específico pueden pensar y tienen los arrestos para actuar.

Como Su Eminencia corta varas, se le olvidó un detalle: Aquel 15 de septiembre de 1821, en aquel acto que Quezada ningunea y califica de excluyente, junto al Jefe Político y los miembros del ayuntamiento, junto a los ministros de la audiencia y los diputados provinciales, estaban presentes Ramón Casaus y Torres, José María Castilla, Luis Escoto, Antonio Tabeada, Mariano Pérez y Antonio García, ¡la mismísima elite! de la organización que ahora encabeza Rodolfo Quezada. Casaus, por cierto, se opuso a la Independencia, no quiso firmar el acta y era conocido por su postura conservadora o cachureca. Luego, cuando era políticamente seguro y “para bien de las almas” se adhirió a la nueva República. El Arzobispo Casaus murió en La Habana; ciudad que, por cierto, todavía vivía a plenitud el ambiente colonial que satisfacía al Prelado.

Algo se salva del discurso de Quezada; y esto es que, al menos, es consistente con la posición de su antecesor, Casaus. Ambos comparten el criterio de que la Independencia es y era negativa.

En su perla dominical de Independencia, Quezada dijo que “hizo falta un proyecto de nación, para que la riqueza se distribuyera de manera equitativa y no concentrada en un solo grupo”; y aquí también corta varas a conveniencia; porque, ¿qué grupo, sino su organización era el mayor terrateniente del país; qué grupo, sino el suyo, era el mayor prestamista; qué grupo, sino el suyo, cobraba diezmos y primicias; qué grupo, sino el suyo, poseía monasterios inmensos, ingenios, viñedos, y otras riquezas que contrastaban notablemente con la miseria de los indígenas por los que suspira el Cardenal?

Quezada dice que corta varas; pero engaña a muy pocos.

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4 comments

  1. Wingston González

    ejem. lo miro de otro lado: no puede uno pelearse con el pasado. cualquier intentó de revisionismo debería ceñirse a la ética en boga de ese tiempo y, bueno quizá los juicios del cardenal sean aplicables si la independencia se hubiera firmado… hace cincuenta años, digamos, no antes. no se le puede pedir al hombre de neandertal que piense nos explique porqué no aplicaba el método científico en su vida. lo que sí es extraño (no, no lo es, pero hay que decirlo así) es que no se hable nada de que las últimas homilías de lourdes, de esta semana, representen exactamente eso que tanto critica: exclusión, elitismo, retroceso. pero al fin, si alguien está contento con dicha institución, me parece bien. paso.

  2. Monseñor Quezada ya está chochando y pareciera que cada semana en vez de sermón quisiera mandar un mensaje político. Yo creo que debiera limitarse a los asuntos de la iglesia y dejar de dar opiniones sobre cosas que o no entiende o no quiere explicar.El otro día dijo que había que cerrar las minas. ¿A quién se le ocurre? A ver si el otro sábado no dice que hay que cerrar los bancos porque cobran interés y la usura es pecado.

  3. Señor Figueroa:En el blog http://hunapu-e-ixbalanque.blogspot.com/2008/09/rquiem-por-el-capitalismo.htmlse hace una alusión directa a sus opiniones (ojo, que no a su persona). Se quedará callado nuevamente o saldrá con otra infantil excusa de esas que ustedes suelen utilizar para babosear ilusos?

  4. No vale la pena; el autor es tan superficial que cree que los Estados Unidos de América son un ejemplo de capitalismo. Así no vamos a ningún lado. Pa´ que vea que no soy tan infantil como parezco, y para entender mejor este ángulo, le recomiendo el libro Estados contra Estados Unidos, por Alberto Benegas-Lynch (h).