¡Trabajemos más!

En Bolivia, una turba incendió la casa de un senador a quien se le imputaba haberse vendido al presidente Morales. Y para no ir muy lejos, aquí en Guatemala ya hemos visto escenas de pobladores quemando casas de alcaldes, estaciones de policía y juzgados.

La primera lección de estas dos noticias es que, cuando la gente se cansa, se cansa de verdad. En tanto que la segunda lección que deberíamos extraer es que ¡¿Qué fregada necesidad hay de llegar a aquellos extremos?!

Resulta evidente que a ellos no se llega de la noche a la mañana. La suma de abusos es la que desata la furia de la plebe que, dada la naturaleza de esa furia, generalmente no concluye hasta que la violencia y la destrucción (o un muerto) sacian la sed de lo que la turba entiende por justicia.

El martes pasado, la mayoría de diputados guatemaltecos aprobó concederle a sus compañeros no reelectos una indemnización; y para más infamia los representantes se subieron el sueldo. Además. Los diputados gozarán de bonos y de canasta navideña. Por concepto de indemnización, los representatnes recibirán Q38 mil cada uno, por cuatro años de trabajo.

Este abuso de los diputados coincide con el momento en el que el Congreso aprobó un presupuesto de más de Q42 mil millones, en medio de quejas de que el dinero no alcanza para prestar los servicios mínimos de seguridad y de justicia que debería ofrecer el estado; ni para cubrir las necesidades de los pobres que, supuestamente, ocupan a la administración.

Dicho presupuesto incluye aportaciones para cuanto grupo de interés puede conseguir una. Si a aquellas tajadas les sumamos la sinvergüenzada de los diputados, se confirma que el propósito del gobierno chapín es transferir la riqueza a aquellos que tienen poder político; y que la consigna para los tributarios es: ¡Trabajen más duro!, porque los que viven del presupuesto dependen de ustedes.

Estas dos últimas observaciones me llevan a preguntar: ¿Quién tiene la culpa de que los diputados abusen como abusan?

A lo largo de la historia política de Guatemala, como electores y como tributarios, los chapines hemos tenido una actitud de súbditos más que de ciudadanos. Con inocencia impresionante, nos quejamos de lo ineptos y de lo corruptos que son los políticos, pero no vacilamos en entregarles nuestros ahorros y en encargarles tareas de importancia. ¿Cómo explica usted semejante incoherencia?

A lo largo de la historia política del país, las dirigencias se han apartado de los principios y han caído en las redes de la ambigüedad y del relativismo. El intercambio de concesiones y la tolerancia de la apariencia sobre la realidad han sido las actitudes corrientes en las relaciones sociales y en las relaciones de poder. El bueno, entonces, no es el que no roba; sino el que sabe distinguir cuándo y entre quienes es aceptable tomar los ahorros ajenos por la fuerza, y cuando hay que hacerlo con discreción.

La culpa del IETAAP, por ejemplo, no la tienen tanto los políticos, los burócratas y los grupos de interés que viven del presupuesto del estado, sino aquellos que, cuando se le conocía como ISET, hicieron concesiones y aceptaron la imposición de un tributo “extraordinario y temporal”.

Si los diputados se salen con la suya en cuanto a recibir las indemnizaciones que se han recetado, y si la administración se sale con la suya en cuanto a la ampliación de la vigencia del IETAAP, la culpa la vamos a tener los electores y tributarios que permitimos que aquello ocurriera. Y un día de estos nadie va a saber ni cómo ni cuándo pasó, pero, ¡Dios no lo quiera!, la gente se va a cansar de tanto abuso. Los Chávez y los Evos, así como las quemas de casas de políticos, no ocurren en el vacío. Están precedidos por historias de abusos que fueron dejados pasar, y por élites incapaces de comprender que la vida, la libertad y la propiedad deben ser defendidas; no negociadas. Trabajemos más, pues; porque los que viven del presupuesto, dependen de nosotros.

Publicado en el diario Prensa Libre el sábado 1 de diciembre de 2007

Comments

comments

Comments are closed.