En San Salvador me causó gracia, y algo de ternura, un monumento que allá llaman Al hermano lejano; y en Nuestro Salvador, en Nueva York, el presidente Oscar Berger fue a recibir palo de parte de los chapines lejanos.
“Es lamentable ver a los adolescentes arriesgando su vida porque en Guatemala no encontraron apoyo”, dijo una migrante. “Nos damos cuenta de que la mayoría de promesas que con entusiasmo nos hiciera han quedado insatisfechas”, expresó otra.
Por su parte, Berger les dijo a los migrantes que “ustedes son héroes, no sólo por los $ 3 mil millones de divisas que le dan al país al año, sino por el ejemplo de lucha”; a lo que un migrante le respondió que “los héroes, como usted nos nombra, necesitamos un pronunciamiento más fuerte”. Los migrantes no quieren que Berger respalde la propuesta de “trabajos temporales”, del presidente George Bush.
Berger es tan bueno que, como aquel personaje de Quevedo, salió de la Gran Manzana acompañado por doscientos cardenales.
La paliza, claro, no fue del todo inmerecida. En el mundo, unas 200 millones de personas, o sea el 3% de la población del Globo ha salido de sus países y envían a ellos unos $ 250 mil millones en remesas, según estimaciones del banco mundial. “Las remesas son la más grande fuente de financiamiento externo para los países en desarrollo”, dijo Dilip Ratha, del World Bank, citado por un artículo publicado en Investor´s Business Daily, publicado el 15 de septiembre pasado.
Pero aquí viene lo bueno. El artículo citado cuenta que Kofi Annan acaba de decir que “los gobiernos están empezando a ver a la migración internacional a través del prisma de la oportunidad, en vez de hacerlo a través del prisma del miedo”, en el supuesto de que la emigración beneficia a los países desarrollados.
La tesis del artículo es que si bien es cierto que algunos gobiernos se benefician de la migración, estos no son los que Annan supone. ¡Los que se benefician de la migración son los gobiernos miserables del Tercer Mundo!
En países como Guatemala, la migración sustituye a las oportunidades económicas; y los gobiernos malos disfrutan de las remesas como una recompensa para su mala administración. Las remesas engrosan las reservas internacionales y tienen efectos parecidos a los ingresos por exportaciones y por turismo: le permiten al gobierno seguir gastando dinero.
Por eso, dice el artículo, es que en México las remesas han alcanzado cifras record, algunas veces excediendo los montos de la inversión extranjera y drenando a los talentos del los países que generan migrantes.
“Tanto en México como en las Filipinas [y ahora en Guatemala] los gobiernos califican de héroes a sus trabajadores en el exterior”, dice el artículo, y anota que el presidente de Ghana le agradeció a sus trabajadores migrantes por las remesas que envían. 21% de los filipinos, que generarán cerca de $12 mil millones en remesas en 2006, consideran que su gobierno es “totalmente sin esperanzas”; ¿Qué pensarán los emigrados chapines que producen $3 mil millones?
Zimbabwe tiene 80% de desempleo, 1,200% de inflación y 90% de sus graduados universitarios viven en el exterior. Las remesas son lo único que mantiene a flote el odioso régimen marxista de Robert Mugabe. La mitad de la población depende de las remesas y algunos Zimbabweses le han dicho, a la prensa local, que sin las remesas ellos se morirían.
Según información de Reuters, la ONU parece creer que Occidente tiene el deber de procurarle un empleo a cada ciudadano de aquellos países cuyos gobiernos han colapsado y que se rehúsan a facilitar el desarrollo y la creación de riqueza para sus habitantes. “Esto es, esencialmente, una transferencia de riqueza de parte de Occidente hacia países fracasados a los que les importa poco el desarrollo económico y los derechos individuales”, dice el análisis de Investor´s.
¿Quién se beneficia netamente de la migración? Gobiernos miserables como los de México, Filipinas, Ghana, Zimbabwe, Ecuador, El Salvador y Guatemala.