Cuando objeté, desde el principio, a la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, y a su predecesora la nonata Comisión de Investigación de Cuerpos Ilegales y Aparatos Clandestinos de Seguridad, lo hice sobre dos argumentos que me parecían muy negativos e inquietantes:
1. La manía chapina de no resolver las cosas y esperar que otros limpien lo que ensuciamos; y
2. El peligro de crear una superpolicía política al estilo de la KGB, la Stasi, o la Gestapo.
Ya lo primero se vio cuando -sin la concurrencia de la Cicig- la sociedad civil chapina no hubiera podido controlar a las mafias durante la elección de magistrados en el Organismo Judicial y se está viendo durante la selección de candidatos a Fiscal General. Agravado el hecho, eso sí, porque aparentemente la Cicig tienes sus planes propios y las decisiones de los electores (en cumplimiento de lo que les encarga la ley) han incomodado a la Comisión. De hecho, ya un juzgado se cuadró ante las exigencias de los grupos de interés que medran alrededor de la Cicig y anuló la selección de finalistas en la elección de Fiscal. ¡Este será uno de esos casos en los que saldrá peor el remedio, que la enfermedad!
Del punto dos no nos ocuparemos ahora, para no distraer el tema principal.
¡Los chapines nos estamos acostumbrando, demasiado, a no ser responsables por nuestras acciones y decisiones! En lugar de encarar y resolver los problemas que hemos creado con nuestra abulia y nuestra irresponsabilidad, hemos descubierto que se los podemos encargar a alguien más. Puede ser que en determinada circunstancias una manita de afuera pueda ser muy útil; pero de eso a que le encarguemos más y más procesos políticos a la burocracia internacional, y renunciemos a nuestras responsabilidades ciudadanas, en esa medida estaremos cultivando un futuro pantanoso. Uno en el que la responsabilidad ciudadana será inexistente y hasta innecesaria. Uno en el que no habrá más que obedecer lo que se nos mande a ejecutar desde Washington, Nueva York, Ginebra, o desde Bruselas.
Si los chapines tenemos magistrados, fiscales y diputados (entre otros funcionarios) mafiosos, corruptos e ineptos, es porque los chapines los llevamos al poder, o porque nos escondemos cuando se trata de evitar que lleguen al poder. Usted quizás no me lo crea, pero…¿qué tal y si la causa de tal estado de cosas está en nosotros mismos? ¿Qué tal si exploramos la posibilidad de que los funcionarios mafiosos, corruptos e ineptos son nuestra responsabilidad?
Claro que podemos encargarle a la Cicig que nos seleccione a nuestros magistrados, a nuestros fiscales, a nuestros diputados, a nuestros candidatos a presidente y a alcaldes, y le podemos encargar que nos limpie la casa y la conciencia… Pero, ¿y qué tal si no? ¿Qué tal si actuamos como jaguares, en vez de balar como ovejas pusilánimes escondidas detrás de las enaguas de la burocracia internacional?