El 30 de enero de 1933 (en plena Gran Depresión), Paul von Hindenburg nombró al nacionalsocialista Adolfo Hitler como Canciller de Alemania; y casi un mes después ocurrió el incendio del Parlamento como consecuencia de un acto terrorista en el que es muy posible que los nazis hubieran estado involucrados.
El 28 de febrero, un día después del fuego, Hitler convenció a Hindenburg de que emitiera un decreto Para la protección del pueblo y del estado. El mismo suspendía las garantías constitucionales relacionadas con los derechos individuales. Hitler y los nacionalsocialistas sabían que en tiempos de crisis y de turbulencia, la gente está bien disupuesta a renunciar a su libertad, con tal de que retorne el orden.
Dos semanas después del incendio Hitler obtuvo, del Reichstag los poderes que reclamaba para controlar la situación y para manejar la crisis. En el parlamento 441 representantes, contra 84, votaron a favor de darle a Hitler el poder que demandaba. Y el 23 de marzo, democráticamente, Hitler se convirtió en dictador de Alemania, libre de toda atadura constitucional, o parlamentaria. Los poderes se le entregaron temporalmente, por cuatro años.
Hindenburg murió en agosto de 1934 y Hitler asumió los títulos de Fuehrer y Canciller del Reich; y usó sus poderes de emergencia para consolidar su control omnipontente sobre todo el país. Cada cuatro años, sin embargo, Hitler acudía al Parlamento a renovar sus poderes temporales; y el Reichstat, democráticamente se los renovaba. Y la gente aceptaba, tranquilamente, este orden de cosas.
De esto me he acordado ahora que leo que Hugo Chávez consiguió que los venezolanos le dieran el Sí a sus posibilidades constitucionales de reelección indefinida. “Preparémonos pues: comienza el tercer ciclo histórico de la revolución, del 2009 al 2019. ¡Estoy listo! En el 2012 habrá elecciones presidenciales para el período 2013-2019 y, a menos que Dios disponga otra cosa, que el pueblo disponga otra cosa, este soldado es ya precandidato a la Presidencia”, afirmó Chávez.
Los Hitler y los Chávez no ocurren en el vacío. Se crían en tiempos de crisis; y se cultivan cuando la gente tiene miedo. Como cuando hay crisis económicas, o cuando se percibe intensa inseguridad ciudadana. Y cuando las élites sociales, económicas, académicas y políticas demuestran incapacidad.
¿Qué lecciones podemos aprender los chapines de estos dos casos?