12
Abr 20

La fiesta de la fertilidad, la vida y la luz

Desde que el mundo es mundo, ¿por qué no iba a ser motivo de fiesta esta temporada cuando las noches empiezan a hacerse mas cortas, cuando hay más horas de luz y cuando la primavera trae la fertilidad y la vida?  ¡De ahí la antiquísima fiesta de Easter!

En mi barrio hubo bombas y cohetes para celebrar.

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Claro que aquí en el trópico no nos damos cuenta de aquellos cambios; y menos en el país de la eterna primavera.  Pero es un hecho que el conejo y los huevos coloreados son símbolos de aquella fiesta y de aquellas celebraciones.

Los colores de esta fiesta milenaria son los del amanecer y de la vida  agradable, suave y tibia propia de la primavera, cuando hay vida y hay luz.  Mi abuela, Frances, solía estrenar ropa en esta fiesta y los colores que usaba eran los propios de la temporada.

Los colores  son importantes porque los de la Easter milenaria contrastan grandemente con los de la semana santa, que son el negro y el morado.  El negro es el color de la muerte, de lo oscuro, del vacío, de la soledad, de la noche, del mal y la tristeza.  El morado (violeta, o púrpura) es el color del poder, y de la magia y de la fe (frente a la racionalidad); es el color del confesionario (de la culpa) y de algunos ritos funerarios.

Cuando yo era chico, el conejo (animal que es imposible no relacionar con la fertilidad) llegaba a la playa, a Panajachel, a la casa -o donde quiera que estuviéramos-  porque mis padres acarreaban huevos de chocolate, o de almendras.  Sin que los niños nos diéramos cuenta, mis padres y tíos escondían los huevos en el jardín y en el momento oportuno nos decían que el conejo había pasado y que saliéramos a buscar los huevos. Cuando  crecimos, a los mayores se nos enviaba a alguna habitación lejos del jardín y -aunque ya sabíamos quienes escondían los huevos, y que no había tal conejo- igual disfrutábamos de salir a buscar y encontrar los dulces.

Aquella tradición es de origen germánico y precede al cristianismo; pero también las culturas mesoamericanas tienen conejos benefactores involucrados en sus leyendas.   En la Luna llena, donde en occidente vemos la cara de un hombre (o la de Jakie Gleason), los pueblos de mesoamérica (igual que los chinos) ven un conejo. En la próxima noche de Luna llena sal y ve el conejo.

¿Y cómo fue a parar ese animalito allá?

Según una historia de Chiconamel, del norte de Veracruz, cierto dios ocasionó un diluvio universal; y un hombre y su familia se salvaron contra la voluntad de aquel ser mitológico porque se escondieron en un cajón, siguiendo el consejo que les dio un conejo.  El dios que había ocasionado el diluvio se enteró de los sobrevivientes cuando estos encendieron fuego para asar pescados; y entonces castigó al conejo que,  por salvar a los hombres, fue condenado a alumbrarlos y fue transformado en la Luna.  Esto lo leí en Imágenes de la mitología maya, por Oswaldo Chincihlla.

Aunque sea confinado por el virus chino -y sin conejos, ni huevos de chocolate- disfruto de esta fiesta porque es alegre y colorida. Desde tiempos muy antiguos, el conejo era un símbolo de la fertilidad asociado con la diosa fenicia Astarté, a quien además estaba dedicado el mes de abril.  En recuerdo de aquella diosa, a la festividad de pascua se la denomina Easter, en algunos paísesEsto es porque también era la festividad de la primavera para honrar a la diosa teutónica de la luz, a quien se conocía en el mundo anglosajón como Easter.  Para el siglo VIII los anglosajones ya habían tomado dicho nombre para la fiesta que los cristianos celebran en la actualidad.

¡Por supuesto que no celebro dioses, ni diosas, pero sí lo que representan: fertilidad, vida, luz.


21
Abr 19

El fin de las noches largas, y la fertilidad

Es una de mis fiestas favoritas: ¿Por qué no iba a ser una celebración grande, esta del fin de las noches largas de invierno, del retorno de la luz, y la de la fertilidad?  ¿Por qué no iban a ser objeto de fiesta desde tiempos de Naná camota?…aunque aquí en el trópico lo del fin de las noches largas no se note.

Los colores de esta fiesta antiquísima son los del amanecer y de la vida tibia, suave y agradable propia de la primavera, cuando hay luz y vida..  Mi abuela, Frances, solía estrenar ropa en esta fiesta y los colores que usaba eran los propios de la temporada.

El conejo vino a casa.

Los colores  son importantes porque los de la pascua milenaria contrastan grandemente con los de la semana santa que son el negro y el morado.  El negro es el color de la muerte, de lo oscuro, del vacío, de la soledad, de la noche, del mal y la tristeza.  El morado (violeta, o púrpura) es el color del poder, y de la magia y de la fe (frente a la racionalidad); es el color del confesionario (de la culpa) y de algunos ritos funerarios.

Cuando yo era niño, el conejo (inequívocamente relacionado con la fertilidad) llegaba a la playa, a Panajachel, a la casa -o donde quiera que estuviéramos-  porque mis padres acarreaban huevos de chocolate, o de almendras.    Sin que los chicos nos diéramos cuenta, mis padres y tíos escondían los huevos en el jardín y en el momento oportuno nos decían que el conejo había pasado y que saliéramos a buscar los huevos. Cuando los mayores crecimos, se nos enviaba a alguna habitación lejos del jardín y -aunque ya sabíamos que eran mis padres y tíos los que escondían los huevos, y que no había tal conejo- igual disfrutábamos de salir a buscar y encontrar los dulces.

Aquella tradición es de origen germánico y precede al cristianismo; pero también las culturas mesoamericanas tienen conejos benefactores involucrados en sus leyendas.   En la luna llena, donde otras culturas ven la cara de un hombre (o la de Jakie Gleason), los pueblos de mesoamérica (como los chinos) ven un conejo.

Según un mito de Chiconamel, del norte de Veracruz, cierto dios ocasionó un diluvio universal; y un hombre y su familia se salvaron contra la voluntad divina porque se escondieron en un cajón, siguiendo el consejo que les dio un conejo.  El dios que había ocasionado el diluvio se enteró de los sobrevivientes cuando estos encendieron fuego para asar pescados; y entonces el conejo fue castigado y por salvar a los hombres fue condenado a alumbrarlos y fue transformado en la Luna.  Esto lo leí en Imágenes de la mitología maya, por Oswaldo Chincihlla.

Gozo mucho esta fiesta porque es alegre y colorida. Desde tiempos muy antiguos, el conejo era un símbolo de la fertilidad asociado con la diosa fenicia Astarté, a quien además estaba dedicado el mes de abril.  En recuerdo de aquella diosa, a la festividad de pascua se la denomina Easter, en algunos paísesEsto es porque también era la festividad de la primavera para honrar a la diosa teutónica de la luz, a quien se conocía en el mundo anglosajón como Easter.  Para el siglo VIII los anglosajones ya habían tomado dicho nombre para la fiesta que los cristianos celebran en la actualidad.

Lehaim!


21
Abr 19

Hermosa nuestra alfombra de 2019

La alfombra de 2019, del viernes pasado,  fue muy parecida a sus creadores: única, colorida, cada uno a su ritmo, con su gusto y por su lado, individualista…. y con toda esa desigualdad, el resultado nos hizo felices y orgullosos.  ¡Chulada de alfombra!

Desde hace siete años un grupo de amigos y yo tenemos la tradición de preparar alfombras frente a la casa de doña Yoli.  Es un encuentro generacional, una celebración de la vida entre amigos y familia, y una continuidad de las tradiciones chapinas.

Foto por José Eduardo Valdizán

Los que siguen de cerca este espacio saben que no estoy de acuerdo con la filosofía prevaleciente en ésta temporada; pero afortunadamente coincide con el equinoccio de primavera y con la fiesta de la fertilidad, lo cual me da la oportunidad de celebrar y de compartir.

Como este año sólo hicimos una alfombra, combinamos aserrín, viruta y flores en un diseño audaz y ecléctico. Como en otras ocasiones nos dio mucha alegría ver cuando la gente se detenía a hacer comentarios y se tomaba fotos con ella.  Yo disfruto mucho cuando lo hacen familias y lo hacen; pero también cuando pasan parejas, amigos, y toda clase de gente.  Este año, tres generaciones participamos en la elaboración de la alfombra.

Con el cariño y la generosidad de siempre, Doña Yoli preparó su delicioso bacalao a la vizcaína; acompañado por un arroz impecable, moyetes exquisitos y bien calados, y el tradicional encurtido de remolachas, zanahorias, arvejas y ejotes.  Ese es el almuerzo chapín para ese día.  Así era en la casa de mi bisabuela, en las de mis abuelas, en las de mis padres y así será hoy en mi casa.  Sólo que en mi casa, en vez de encurtido, comemos aguacates porque somos fans de los aguacates.

¿Por qué es que practico algunas tradiciones -aunque no esté de acuerdo con la filosofía de muchas de ellas-? Pues me gusta el encuentro entre generaciones; el establecimiento y fortalecimiento de vínculos culturales, históricos, familiares, y amistosos. Las tradiciones nos dan la oportunidad de enriquecernos afectiva y culturalmente. Nos sirven para aprender acerca de costumbres y prácticas que no sólo son inmemoriales (en muchos casos), sino que se han adaptado, o han permanecido prácticamente inmutables.  Por eso es que la nuestra  debe ser la alfombra elaborada por el mayor número de ateos y agnósticos por metro cuadrado, en todo el país.

Para los lectores distraídos será raro que, porque uno es individualista no rechace las prácticas culturales colectivas.  Sin embargo, no hay nada en el individualismo metodológico que apunte en esa dirección; y ciertamente no hay nada en el individualismo -como principio según el cual los hombres poseemos derechos individuales que no les pueden ser arrebatados por ningún otro hombre, ni tampoco por cualquier número, grupo o conjunto de hombres- que apunte hacia aquella creencia.

Las tradiciones enriquecen la evolución social.  Son parte del largo proceso de prueba y error por medio de cual crece y prospera una sociedad.  Las tradiciones dan un sentido de pertenencia: a este grupo de amigos, a estas familias, o a esta tribu…y luego a la sociedad.

De verdad les agradezco a mi bisabuela, a mis abuelas, a mis padres, a mis amigos y a todos los que no sólo me enseñaron a disfrutar de las tradiciones y de la alegría de celebrarlas en compañía de quienes uno ama; sino que me permiten ser parte de ellas. ¡Mi vida es muchos más rica gracias a las experiencias, y a quienes me acompañan en el camino de vivirlas! Ya sabes…los amigos son la familia que elegimos.

Como en otros años, comparto el siguiente relato que expresa muy bien mis propios sentimientos frente a las alfombras; y porque la familia de la autora vivía en la Quinta Avenida de la zona 1, a unas cuadras donde vivía mi tatarabuela, Gilberta y su familia, sobre la misma avenida en la que hicimos la alfombra de ayer:

Foto por María Dolores Arias

En Alfombras de aserrín,  Amelia Lau Carling relata que La semana antes del domingo de Pascua…los vecinos crean alfombras de aserrín teñido, de flores y de frutas sobre el camino de muchas procesiones.  Año tras año las hacen con nuevos diseños.  Año tras año las procesiones marchan sobre ellas, destruyendo sus dibujos al pasar.  De niña en Guatemala, mi hogar era el de una familia china que se aferraba a sus costumbres.   Pero la semana santa era una temporada como ninguna otra hasta para una familia china tan tradicional como la nuestra.  Con los vecinos nos juntábamos en las aceras para admirar las alfombras antes de que los cortejos caminaran sobre ellas.  Viendo las procesiones, yo sentía que la historia que narraban ocurría ahí mismo.  Y la belleza de los breves tapices creados con tanto primor se ha quedado grabada en mi corazón.

Al describir el proceso, Amelia cuenta que Primero puso una capa de aserrín natural y la regó con agua.  En seguida sus ayudantes dibujaron sobre ella las figuras de aserrín coloreado.  Se encaramaban sobre  tablas para alcanzar los lugares que debían adornar sin estropear lo que ya habían hecho.  Con un colador y unos esténciles de cartón, pasaban finas lloviznas de colores.  Cuidadosamente medían los diseños, siguiendo las instrucciones…luego otro ayudante pasaba por toda la alfombra con una regadera muy fina de agua, “pish, pish”, para que el aserrín quedara bien plano.  Ay, que linda era.  ¡Parecía una alfombra de verdad!

Si, es cierto que uno termina bien cansado; pero es ese cansancio que enorgullece luego de haber hecho algo alegre, algo hermoso, algo que enriquece y algo que te deja lleno de buenos recuerdos y de cariño hasta el punto de que con un buen baño y una buena noche de descanso ya estás listo para hacerlo mejor…el año entrante.


01
Abr 18

Fertilidad y fin de las noches largas

En el trópico no se nota mucho; pero en el hemisferio norte, ¿por qué no iban a ser grandes cosas la celebración del fin de las noches largas de invierno, la del retorno de la luz, y la de la fertilidad?  ¿Por qué no iban a ser objeto de fiesta desde que el mundo es mundo?

Los colores de esta fiesta antiquísima son los del amanecer y de la vida tibia, suave y agradable propia de la primavera, cuando hay luz y vida..  Mi abuela, Frances, solía estrenar ropa en esta fiesta y los colores que usaba eran los propios de la temporada.

Los colores  son importantes porque los de la pascua milenaria contrastan grandemente con los de la semana santa que son el negro y el morado.  El negro es el color de la muerte, de lo oscuro, del vacío, de la soledad, de la noche, del mal y la tristeza.  El morado (violeta, o púrpura) es el color del poder, y de la magia y de la fe (frente a la racionalidad); es el color del confesionario (de la culpa) y de algunos ritos funerarios.

Cuando yo era niño, el conejo (inequívocamente relacionado con la fertilidad) llegaba a la playa, a Panajachel, a la casa -o donde quiera que estuviéramos-  porque mis padres acarreaban huevos de chocolate, o de almendras.    Sin que los chicos nos diéramos cuenta, mis padres y tíos escondían los huevos en el jardín y en el momento oportuno nos decían que el conejo había pasado y que saliéramos a buscar los huevos. Cuando los mayores crecimos, se nos enviaba a alguna habitación lejos del jardín y -aunque ya sabíamos que eran mis padres y tíos los que escondían los huevos, y que no había tal conejo- igual disfrutábamos de salir a buscar y encontrar los dulces.

Aquella tradición es de origen germánico y precede al cristianismo; pero también las culturas mesoamericanas tienen conejos benefactores involucrados en sus leyendas.   En la luna llena, donde otras culturas ven la cara de un hombre (o la de Jakie Gleason), los pueblos de mesoamérica (como los chinos) ven un conejo. Sal hoy en la noche y ve el conejo en la Luna. ¿Y cómo fue a parar ese animalito allá?

Según un mito de Chiconamel, del norte de Veracruz, cierto dios ocasionó un diluvio universal; y un hombre y su familia se salvaron contra la voluntad divina porque se escondieron en un cajón, siguiendo el consejo que les dio un conejo.  El dios que había ocasionado el diluvio se enteró de los sobrevivientes cuando estos encendieron fuego para asar pescados; y entonces el conejo fue castigado y por salvar a los hombres fue condenado a alumbrarlos y fue transformado en la Luna.  Esto lo leí en Imágenes de la mitología maya, por Oswaldo Chincihlla.

Gozo mucho esta fiesta porque es alegre y colorida. Desde tiempos muy antiguos, el conejo era un símbolo de la fertilidad asociado con la diosa fenicia Astarté, a quien además estaba dedicado el mes de abril.  En recuerdo de aquella diosa, a la festividad de pascua se la denomina Easter, en algunos paísesEsto es porque también era la festividad de la primavera para honrar a la diosa teutónica de la luz, a quien se conocía en el mundo anglosajón como Easter.  Para el siglo VIII los anglosajones ya habían tomado dicho nombre para la fiesta que los cristianos celebran en la actualidad.

¿Quién tiene el monopolio de las tradiciones?

Por cierto, mi seguidor de Twitter, Manuel Girón, cree que yo debería referirme a la Semana Santa cuando comento sobre las tradiciones de esta temporada.  De igual opinión es mi seguidor de Facebook Carlos Llarena.

Sin embargo, aunque la Semana Santa tuvo un papel relevante en mi formación cultural, ya no la tiene qua festividad religiosa. Eso sí, como miembro de mi familia y como guatemalteco, no soy ajeno a sus riquísimas expresiones tradicionales y culturales -sobre todo las gastronómicas, que son mi área de mayor interés-.

No veo razón alguna por la cual aquellos que no compartimos el contenido cristiano de estas fiestas, no podamos disfrutar de sus contenidos mucho más antiguos y universales.  Y creo que es importante que aquellas personas que no comparten el contenido cristiano de estas fiestas, encuentren referentes para celebrar y disfrutar de las fiestas en paz, sin ser señalados, o corregidos como si hubiera algo así como un monopolio de las fiestas, o de los valores, o de las virtudes.

¿Cómo fue que dijo Benito Juárez? Ah, entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz. Que unos celebren la Semana Santa, mientras otros celebramos el equinoccio de primavera, para mí no hay tos.  Que quienes celebran la primera publiquen y difundan sus referentes, en paz; y que nosotros podamos publicar y difundir los nuestros, en paz.  ¿Por qué no?

Gracias por seguirme, Manuel y Carlos, yo no me incomodo porque celebren la Semana Santa; y, por favor, no se incomoden porque yo celebre el equinoccio de primavera, o el solsticio de invierno, o lo que sea. Lehaim!


16
Abr 17

En celebración de la fertilidad

Con el equinoccio de primavera se celebra el regreso de la luz -luego de los meses de oscuridad en el invierno- y se celebra la fertilidad.  De ahí los colores alegres de esta fiesta, y los conejos.

Son los colores del amanecer y de la vida tibia, suave y agradable propia de la primavera, donde la hay..  Nosotros en el trópico no tenemos inviernos largos y oscuros; pero una fiesta es una fiesta.  Mi abuela, Frances, solía estrenar  algo de ropa en esta fiesta y los colores que usaba eran los propios de la festividad.

Los colores  son importantes porque los de la pascua milenaria contrastan grandemente con los de la semana santa que son el negro y el morado.  El negro es el color de la muerte, de lo oscuro, del vacío, de la soledad, de la noche, del mal y la tristeza.  El morado (violeta, o púrpura) es el color del poder, y de la magia y de la fe (frente a la racionalidad); es el color del confesionario (de la culpa) y de algunos ritos funerarios.

Cuando yo era niño, el conejo llegaba a la playa, a Panajachel, a la casa -o donde quiera que estuviéramos-  porque mis padres acarreaban huevos de chocolate, o de almendras.    Sin que los chicos nos diéramos cuenta, mis padres  y tíos escondían los huevos en el jardín y en el momento oportuno nos decían que el conejo había pasado y que saliéramos a buscar los huevos. Cuando los mayores crecimos, se nos enviaba a alguna habitación lejos del jardín y -aunque ya sabíamos que eran mis padres y tíos los que escondían los huevos, y que no había tal conejo- igual disfrutábamos de salir a buscar y encontrar los dulces.

Aquella tradición es de origen germánico y precede al cristianismo; pero también las culturas mesoamericanas tienen conejos benefactores involucrados en sus leyendas.   En la luna llena, donde otras culturas ven la cara de un hombre (o la de Jakie Geason), los pueblos de mesoamérica (como los chinos) ven un conejo.  ¿Y cómo fue a parar ahí?

Según un mito de Chiconamel, del norte de Veracruz, cierto dios ocasionó un diluvio universal; y un hombre y su familia se salvaron contra la voluntad divina porque se escondieron en un cajón, siguiendo el consejo que les dio un conejo.  El dios que había ocasionado el diluvio se enteró de los sobrevivientes cuando estos encendieron fuego para asar pescados; y entonces el conejo fue castigado y por salvar a los hombres fue condenado a alumbrarlos y fue transformado en la Luna.  Esto lo leí en Imágenes de la mitología maya, por Oswaldo Chincihlla.

Me gusta mucho esta fiesta porque es alegre y colorida. Desde tiempos muy antiguos, el conejo era un símbolo de la fertilidad asociado con la diosa fenicia Astarté, a quien además estaba dedicado el mes de abril.  En recuerdo de aquella diosa, a la festividad de pascua se la denomina Easter, en algunos paísesEsto es porque también era la festividad de la primavera para honrar a la diosa teutónica de la luz, a quien se conocía en el mundo anglosajón como Easter.  Para el siglo VIII los anglosajones ya habían tomado dicho nombre para la fiesta que los cristianos celebran ahora.


15
Abr 17

El bacalao es el rey de la fiesta

Espero el bacalao con tanta ilusión como espero el fiambre de noviembre y los tamales de diciembre. Desde niño me gozaba mucho la textura y el sabor característicos de este pescado preparado hábilmente por mis abuelas y luego por mi madre. Cada receta con su carácter propio, pero enraizada profundamente en una tradición larga.

Me gusta comerlo caliente, al tiempo y frío.  Acompañado por arroz  (y este año lo acompañamos con aguacate y fue buenísima idea).  Me gusta acompañarlo con un buen carmenere, con un buen shiraz, o con cerveza.  Y si es de boca, en la noche, con un buen whisky. Es una delicia remojar pan francés, de horno de leña, en esa salsa intensa.

En casa nos gusta que el de hoy sea un almuerzo ceremonioso, que subraye el carácter festivo de la  ocasión en la que se comparten los alimentos, las risas y los buenos recuerdos.

Como dijeron Les Luthiers: Alabado sea el lenguado, y el bacalao alabao.

Actualización: Consulté con los lectores de @luisficarpediem con respecto a si les gusta el bacalao; y de los 35 que contestaron, 23 dijeron que si les gusta, y mucho; en tanto que 12 dijeron que no.


15
Abr 17

Nuestra alfombra, la más “fresh”

Desde hace cinco años un grupo de amigos y yo tenemos la tradición de preparar alfombras frente a la casa de doña Yoli.  Es un encuentro generacional, una celebración de la vida entre amigos y familia, y una continuidad de las tradiciones chapinas.

Los que siguen de cerca este espacio saben que no estoy de acuerdo con la filosofía prevaleciente en ésta temporada; pero afortunadamente coincide con el equinoccio de primavera y con la fiesta de la fertilidad, lo cual me da la oportunidad de celebrar como debe ser: con buen bacalao y buen vino, en compañía de personas a las que valoro mucho.

Como el año pasado, en esta ocasión hicimos dos alfombras, una de aserrín y otra de pino. El diseño de la primera fue audaz y muy distinto a las que hemos hecho en años anteriores. Daba mucha alegría ver cuando la gente se detenía a hacer comentarios y se tomaba fotos con ella.  Una familia se detuvo a ver y la pequeña niña que iba con ellos pidió que si la dejábamos ayudar con la alfombra.  ¡Por supuesto que le dijimos que sí y gozamos mucho su entusiasmo!  Una vez más, cuatro generaciones participamos en la elaboración de las alfombras. Además de cuatro generaciones hubo cuatro nacionalidades involucradas.

Doña Yoli preparó su delicioso bacalao a la vizcaína; acompañado por un arroz impecable, moyetes exquisitos y bien calados, y el tradicional encurtido de remolachas, zanahorias, arvejas y ejotes.  Ese es el almuerzo chapín para ese día.  Así era en la casa de mi bisabuela, en las de mis abuelas, en las de mis padres y así será hoy en mi casa.  Sólo que aquí, en vez de encurtido, comemos aguacates porque somos fans de los aguacates.

¿Por qué es que practico algunas tradiciones -aunque no esté de acuerdo con la filosofía de muchas de ellas-? Pues me gusta el encuentro entre generaciones; el establecimiento y fortalecimiento de vínculos culturales, históricos, familiares, y amistosos. Las tradiciones nos dan la oportunidad de enriquecernos afectiva y culturalmente. Nos sirven para aprender acerca de costumbres y prácticas que no sólo son inmemoriales (en muchos casos), sino que se han adaptado, o han permanecido prácticamente inmutables.  Por eso es que la nuestra  debe ser la alfombra elaborada por el mayor número de ateos y agnósticos por metro cuadrado, en todo el país.

Para los lectores distraídos será raro que porque uno es individualista no rechace las prácticas culturales colectivas.  Sin embargo, no hay nada en el individualismo metodológico que apunte en esa dirección; y ciertamente no hay nada en el individualismo -como principio según el cual los hombres poseemos derechos individuales que no les pueden ser arrebatados por ningún otro hombre, ni tampoco por cualquier número, grupo o conjunto de hombres- que apunte hacia aquella creencia.

Las tradiciones enriquecen la evolución social.  Son parte del largo proceso de prueba y error por medio de cual crece y prospera una sociedad.  Las tradiciones dan un sentido de pertenencia: a este grupo de amigos, a estas familias, o a esta tribu…y luego a la sociedad.

De verdad les agradezco a mi bisabuela, a mis abuelas, a mis padres, a mis amigos y a todos los que no sólo me enseñaron a disfrutar de las tradiciones y de la alegría de celebrarlas en compañía de quienes uno ama; sino que me permiten ser parte de ellas. ¡Mi vida es muchos más rica gracias a las experiencias, y a quienes me acompañan en el camino de vivirlas!

Como en otros años, comparto el siguiente relato que expresa muy bien mis propios sentimientos frente a las alfombras; y porque la familia de la autora vivía en la Quinta Avenida de la zona 1, a unas cuadras donde vivía mi tatarabuela, Gilberta y su familia, sobre la misma avenida en la que hicimos la alfombra de ayer:

En Alfombras de aserrín,  Amelia Lau Carling relata que La semana antes del domingo de Pascua…los vecinos crean alfombras de aserrín teñido, de flores y de frutas sobre el camino de muchas procesiones.  Año tras año las hacen con nuevos diseños.  Año tras año las procesiones marchan sobre ellas, destruyendo sus dibujos al pasar.  De niña en Guatemala, mi hogar era el de una familia china que se aferraba a sus costumbres.   Pero la semana santa era una temporada como ninguna otra hasta para una familia china tan tradicional como la nuestra.  Con los vecinos nos juntábamos en las aceras para admirar las alfombras antes de que los cortejos caminaran sobre ellas.  Viendo las procesiones, yo sentía que la historia que narraban ocurría ahí mismo.  Y la belleza de los breves tapices creados con tanto primor se ha quedado grabada en mi corazón.

Al describir el proceso, Amelia cuenta que Primero puso una capa de aserrín natural y la regó con agua.  En seguida sus ayudantes dibujaron sobre ella las figuras de aserrín coloreado.  Se encaramaban sobre  tablas para alcanzar los lugares que debían adornar sin estropear lo que ya habían hecho.  Con un colador y unos esténciles de cartón, pasaban finas lloviznas de colores.  Cuidadosamente medían los diseños, siguiendo las instrucciones…luego otro ayudante pasaba por toda la alfombra con una regadera muy fina de agua, “pish, pish”, para que el aserrín quedara bien plano.  Ay, que linda era.  ¡Parecía una alfombra de verdad!

Si, es cierto que uno termina bien cansado; pero es ese cansancio que enorgullece luego de haber hecho algo alegre, algo hermoso, algo que enriquece y algo que te deja lleno de buenos recuerdos y de cariño hasta el punto de que con un buen baño y una buena noche de descanso ya estás listo para hacerlo mejor…el año entrante.

Actualización: les pregunté a los lectores de @luisficarpediem si alguna vez habían hecho alfombra y de los 17 que respondieron, 11 dijeron que sí y les gusta; en tanto que 6 dijeron que no han hecho.

La tercera foto es por María Dolores Arias y la cuarta es por José Eduardo Valdizán.