31
Oct 15

¡Listos para celebrar el Halloween!

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Hoy se celebra la fiesta de Halloween.  En Guatemala esta festividad se fusiona con los dos días siguientes cuando se celebra la vida (recordando a los muertos) las familias se reúnen para comer e intercambiar el fiambre; y mi hipótesis, sin fundamento científico, es que la fiesta del fiambre es nuestro Día de Gracias.

La noche de Halloween es importante porque es la víspera.  Es la noche en la que se deja curtiendo el fiambre para comerlo al día siguiente. La noche en la que los ingredientes quedan mezclándose y fusionando sus sabores y aromas. Además es una noche lúdica en la que celebramos la vida y nos burlamos de la muerte; así como de las brujas, de la hechicería y de otros productos del misticismo. Hoy en la noche, en mi casa, cortaremos y coceremos las verduras del fiambre y lo dejaremos 85% listo para mañana (ayer preparamos las carnes).

En el día 1 las familias recuerdan a los que han fallecido y alrededor de un plato opulento –que incluye carnes, embutidos, vegetales y adornos exuberantes–  celebran que están unidas, que pueden comer aquellas delicias y que ¡hasta pueden compartirlas!

El fiambre, como el pavo y otras maravillas del Día de Gracias en otras latitudes, no es posible sin trabajo productivo, ni cosechas, ni ahorro, ni salud, prosperidad y talento. La del fiambre es una festividad que celebra los frutos del trabajo productivo y la dicha de tener con quienes compartirlos.  Hace un par de años leí, en Twitter, que La verdadera soledad es no tener quién te regale un buen plato de fiambre.

De vuelta al Halloween, no es cierto, por cierto, que la tradición de pedir dulces en la noche de hoy sea ajena a la cultura chapina. Los niños de antaño, durante lo que ahora conocemos como Halloween, iban de casa en casa recitando: Angeles somos/ del cielo venimos/ cabecera pedimos./ Si no nos la dan/ puertas y ventanas lo pagarán. Era la versión criolla del trick, or treat; y si los críos no recibían sus dulces de ayote y de jocotes manchaban puertas y ventanas con cal.

Ahora está de moda quejarse del Halloween porque hay gente que dice que es cosa del diablo, queja que me parece tan absurda como el tema de los encantamientos.  ¿Qué de diabólico puede haber en un montón de críos pidiendo dulces?  El hecho es que eso es lo único que les importa a los niños. ¿Y a los grandes? Pues a los grandes nos gusta la parranda…¿y qué?  El diablo no tiene que ver con el placer, ni con la diversión, ni con la alegría; sino con las llamas y el olor a azufre….y seguramente con los prejuicios de esa gente que teme que alguien, en algún lugar, esté siendo feliz.   Como dijo Facundo Cabral: hay que ser feliz en este mundo; porque los que no son felices se la pasan jodiendo a los demás.

De cualquier manera, una fiesta en la que se celebra la vida y en la que se hace mofa del misticismo; una fiesta en la que se celebran la bonanza y la prosperidad, y una fiesta en la que la familia es el núcleo unificador, es una fiesta que merece ser celebrada.


14
Sep 15

Septiembre, mi cumpleaños y pasteles de Luna

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¡Ya es mediados de septiembre, tiempo de celebraciones: mi cumpleaños  (que es el día 17) y el momento para pasteles de Luna!

En otoño los chinos celebran el Festival Zongquiu y es una costumbre la elaboración de aquellas delicias. Los pasteles de Luna son densos comparados con los pasteles occidentales tradicionales; y suelen estar decorados con caracteres que aluden a la felicidad, la longevidad y otros buenos deseos, acompañados por imágenes de flores y conejos entre otros.

Los rellenos varían; pero usualmente son pastas de flor de loto, de frijoles dulces, o de alguna combinación de nueces y semillas. Me me gustan los que tienen incluida una yema de huevo salada; pero los prefiero sin huevo. Me gustan mucho más con sólo rellenos dulces no sólo por su sabor delicado, sino por su textura y su aroma.

A mí, los pasteles de Luna me gustaron desde la primera vez que los probé, seguramente a finales de los años 90, gracias a mis amigos de Taiwán. Desde entonces, siempre estoy pendiente de que salgan a la venta, cuando se acerca el otoño a mediados de septiembre.


17
Jun 15

Padre nuestro, para los nuevos en Carpe Diem

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En 1986 las campanas doblaron por mi padre, que dejó de existir casi a la misma edad que tengo ahora (en 2006); y desde entonces, el Día del Padre no ha sido lo mismo para mí.

Extraño a mi padre cuando tengo un éxito, y lo extraño más cuando tengo un fracaso. Lamento mucho que no esté aquí para ver a sus nietos creciendo y para ver sus caras de felicidad cuando gana su equipo en el Mundial de Futbol.

Mi padre me enseñó a limpiar calamares, a sentarme a leer tranquilamente al final de la tarde, a montar moto, a cangrejear en la playa, a preparar “Bloody Marys”, y a cantar “En un bosque de la China” y “Pajarillo barranqueño”.

Me enseñó a hacer castillos de arena y me construyó un invernadero cuando yo era orquideólogo. Me enseñó tiro al blanco y seguramente hubiera preferido que yo fuera beisbolista, a que fuera orquideólogo; pero recuerdo que estaba muy contento cuando gané mi primer Mención Honorífica en una exhibición nacional.

Con mi padre íbamos a La Placita Quemada a comprar mariscos, donde una señora que tomaba sangre de tortuga.

Íbamos cada 1 de noviembre al Cementerio General a visitar la tumba de su padre, y con mis hermanos entrábamos a pie. Él, además, había inventado la historia de un lorito suyo, de nombre Vito, que había sido piloto. El avión de Vito había sido derribado durante la Liberación y se hallaba enterrado cerca de la tumba de mi abuelo. Así que mis hermanos y yo llevábamos flores para el padre de mi padre, y flores para el lorito caído.

Al final de sus días discutíamos mucho. Él, sin lugar a dudas, era un constructivista irredento; y yo, soy un convencido total de la existencia de órdenes espontáneos. El era un apasionado con un corazonote así de grande; y yo que soy un objetivista, que sin duda le parecía exageradamente racional.

Mis padres eran muy jóvenes, y nada me daba más gusto y orgullo que el mío me presentara como su hermano y que cuando iba por la calle, con mi madre, alguien silbara y me dijera, “¡Adiós, cuñado!”

Su última foto se la tomé junto a su Mustang, el mismo en el que hizo su viaje final. Y por cierto que, pocos años antes, había pasado por una crisis financiera. Eso lo lastimó mucho; pero nunca perdió su magnífico sentido del humor. De hecho, para pasar el aguacero vendía contratos funerarios; y en sus tarjetas, ¿qué cree usted que decía? “Luis Figueroa, asesor en viajes celestiales”.

La última vez que lo vi yacía bien rasurado, todo conectado a tubos, inconsciente, y aparentemente tranquilo.

Y no alcancé más que a decirle, muy quedito y entre dientes: “¡Gracias, fuiste un padre divertido! y te voy a extrañar”.

Esta es la nota que, sobre mi padre, escribí para el 17 de junio de 2006; la comparto con ustedes porque hoy es el Día del Padre, y para quienes son padres y nuevos lectores de Carpe Diem.