Durante la primera mitad del siglo XX mi abuelo, Luis, tuvo una agencia de viajes llamada Maya Trails. En los años 40, 50 y 60 mi bisabuela, Adela, fue propietaria de un hotel en Panajachel llamado Casa Contenta; ese fue un lugar legendario en el que se alojaron artistas como Karl Eskelund y su familia, James Michener, Gore Vidal, Anya Seton, Helen Williams y Albert y Marguerite Idell, por mencionar algunos. De los años 70 al siglo XXI tía abuela, Adelita, fue propietaria del no menos célebre Cacique Inn, también en Panajachel.
Cuando yo era niño y adolescente disfrutaba muchísimo de conversar e interactuar con turistas en aquella población del lago de Atitlán. Cuando me capeaba del colegio –ca. 1974- solía ir al Parque Central a buscar turistas para mostrarles el Palacio Nacional y la Catedral. Actualmente tengo la dicha de mostrarles la ciudad de Guatemala y otros sitios turísticos a personajes que visitan el país.
¿Por qué te cuento esto? Porque me encanta el tema del turismo y porque leí que el número de turistas que se recibe en Guatemala recuperó los niveles de antes de los encierros forzados del 2020, y que el año pasado vinieron 2.5 millones de turistas. Para que tengas una perspectiva, en el mismo período Costa Rica recibió 2.4 millones de visitantes. ¡Me encanta ver, en redes sociales, que en el país se ha multiplicado la oferta de destinos y posibilidades turísticas no tradicionales! ¡Hay mucha gente haciendo maravillas para ofrecer destinos y experiencias novedosas!
Aquella comparación llama la atención porque a Guatemala le falta mucho para desarrollar su potencial turístico enriquecido por sus paisajes naturales variadísimos, por su historia virreinal y precolombina fascinante; y por lo querendones que somos los chapines. Pero claro, aquello no basta si no es desarrollado conscientemente.
He leído que uno puede tardarse tres horas en llegar a La Antigua. ¡Sólo salir de la ciudad de Guatemala puede consumir 60 minutos! ¿Sabes que a principios de este siglo uno tardaba 45 minutos en llegar a La Antigua incluida la salida de la capital? Uno podía ir a cenar a La Antigua y volver sin despeinarse, cualquier día.
Hace unas semanas fui a visitar Takalik Abaj, un sitio maya/olmeca precioso. Recién nombrado Patrimonio de la Humanidad. Donde nos atendieron como saben atender los chapines. Pero…aunque la distancia es de solo 200 kilómetros desde la ciudad de Guatemala, ¿sabes cuánto tardamos en llegar, y en volver? ¡Siete horas para llegar y ocho para regresar! ¡Así no se puede! Estamos hablando de un promedio de 25 kilómetros por hora. ¿Qué turista aguanta eso sin quejarse?
Es cierto que los chapines somos querendones y que los visitantes valoran nuestra hospitalidad natural; pero, la verdad sea dicha, falta mucha profesionalización en el sector turismo. Hay mucho Sí, pero… y muy poco Sí, y… En general no hay un enfoque en soluciones, aún en poblaciones bastante acostumbradas a recibir visitantes. Una de mis anécdotas favoritas, que es un poco irrelevante, pero muy ilustrativa, es que un día almorzaba con una extranjera en un restaurante de una población importante del occidente del país. Ella le pidió pimienta al mesero y, ¿qué contestó el muchacho? “¿Cómo para qué?” En serio…¿no bastaba con traer el pimentero?
Si se habla de turismo hay que mencionar el tema de seguridad ciudadana y la mala fama que tiene Guatemala en ese aspecto.
A mí y a un visitante nos asaltaron una vez en el atrio de la Catedral a las 8:30 de la mañana. A mi cuate lo tiraron al suelo y no pudieron quitarle más que el estuche de sus anteojos; y a mí no lograron quitarme el teléfono, ni la cámara; pero…¿qué necesidad? A otro cuate, en otra ocasión, le robaron su teléfono durante una feria patronal. Esto no es nada raro en cualquier destino turístico del mundo; pero la mala reputación de Guatemala en cuanto a seguridad para los turistas es consecuencia de la inseguridad que vivimos todos, todo el tiempo. Es la realidad de miles y miles de chapines.
¡Que maravilla que ha subido el número de turistas que visitan Guatemala! Guate y los chapines de verdad son una experiencia intensa en múltiples niveles y para todos los gustos y necesidades. Las riquezas natural, histórica y cultural de este país son ventajas competitivas casi ilimitadas. ¿Qué hace falta para que el turismo desarrolle todo su potencial? Ciertamente que la Administración cumpla con sus funciones mínimas; ciertamente que la Administración no estorbe; y ciertamente un empresariado que siga innovando.
Columna publicada en República.