Cuatro de cada diez maestros del sistema estatal de indoctrinación… perdón… de educación no asisten a las escuelas, descubrió la Auditoría de Desempeño de la Contraloría General de Cuentas. ¿Cuántos de esos cuatro reciben completos sus sueldos? ¡Apuesto a que todos! ¿De dónde sale el dinero para pagar aquellos sueldos? ¡De tu bolsillo! Tú trabajaste para pagar esos sueldos. A aquellas cifras del sistema político de programación… perdón… de educación, se les suman estas: ocho de cada diez estudiantes de secundaria del sector estatal no tienen las habilidades esperadas en matemáticas y escritura; y en lectura, siete de cada diez de aquellos estudiantes carecen de las habilidades esperadas.
La educación estatal para los más pobres, pagada con dinero tomado de los tributarios mediante extorsión, es un fraude. En primaria, las cifras no son mucho mejores: seis de cada diez estudiantes de primaria del sector público no tienen las habilidades esperadas en matemáticas, lectura y escritura.
Hace décadas que la instrucción estatal es un engaño, un embeleco, un timo. Pero no vayas a creer que si diez de cada diez maestros no se capearan de ir a clases, la situación mejoraría. Vaya uno a saber qué clase de maestros son aquellos burócratas. Nuestros sistemas de creencias tienen cuatro fuentes de origen: la casa, los amigos, las experiencias personales y la escuela. ¿Qué crees que ocurre en las escuelas estatales con respecto a los sistemas de creencias a los que están sometidos los niños y jóvenes que no tienen opción? ¿Qué tipo de ideas reciben en la mayoría de aquellos planteles y de maestros que, más que docentes, son burócratas? ¿Qué crees que ocurre con aquellos jóvenes cuando llegan a las universidades? ¿Qué crees que ocurre cuando llegan a sus primeros trabajos?
Se hace mucho alboroto con que el sistema estatal debe asistir a sus burócratas, en que se entregan alimentos y útiles escolares, así como valijas didácticas y se remozan escuelas; pero… los egresados no saben qué es una regla de tres, ni saben hacer oraciones de sujeto, verbo y predicado, para luego querer empleos buenos, u obtener licenciaturas. El sistema es cruel porque crea expectativas inalcanzables en estudiantes que, mal que bien, han ido a clases durante once, o doce años.
Aquella frustración genera resentimiento y envidia; y con esos sentimientos horribles se fabrican clientelas y votantes que son peldaños para las oligarquías que viven del estatismo. El sistema es cruel porque despersonaliza y deshumaniza a las personas. Las víctimas del sistema dejan de ser fines en sí mismos para ser meros instrumentos de quienes diseñan los pensa, permiten que los maestros se capeen y les alcahuetean pactos colectivos a espaldas de los tributarios. El sistema es cruel porque las inteligencias artificiales van a descremar a los miles y miles de jóvenes engañados por aquel tipo de maestros, bajo la mirada del Ministerio de Educación, del sindicato de maestros y del establishment.
Toda educación de niños y jóvenes, pero especialmente la de los más pobres y vulnerables, debería ser despolitizada, desideologizada y alejada de la esfera estatal. Si honestamente queremos dotar a los niños y jóvenes con educación de valor para que sean productivos, independientes y racionales, ¿de verdad quieres que sigan a merced de los maestros que se capean y de los que, si llegan, producen resultados como los indicados en el segundo y tercer párrafo? ¿Alguna vez has checado qué les enseñan a tus hijos en materias de ética, historia, arte y literatura, por mencionar cuatro áreas? ¿Cuándo, pero cuándo, comenzamos a rescatar a los niños y jóvenes de aquel suampo?
Columna publicada en República.