Los pactos de apaciguamiento

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Para cuando cayó el muro de Berlín se hizo evidente que el socialismo real no sólo era moral y económicamente insostenible; sino que era políticamente insostenible.  Y para entonces, el enfrentamiento armado interno en Guatemala–ocasionado por admiradores de la URSS, de Cuba y de otros regímenes totalitarios– ya tenía 28 años de estar desangrando al país. Para cuando colapsó la URSS ya no había quien sostuviera ni al régimen de los Castro, ni a las guerrillas que inspiraba. Y en ese ambiente, cinco años después, la guerrilla guatemalteca recibió un puente de plata para concluir, con dignidad, la guerra que habían iniciado y perdido.

Los pactos de apaciguamiento de 1996 les lavaron la cara a los que durante 36 años asesinaron, secuestraron, extorsionaron y vejaron a miles de guatemaltecos con el propósito de establecer la dictadura del proletariado. Les ahorraron la humillación de una merecida derrota social y militar y les consiguieron espacios clave en la maquinaria política y burocrática del país como premio y como plataforma para la siguiente etapa del enfrentamiento.

¿Y qué pasó con los vencedores del enfrentamiento? ¿Qué pasó con los que, en cumplimiento de su mandato constitucional se vieron obligados a combatir a la guerrilla? A ellos les fue servido el inmerecido plato amargo de la humillación y la ignominia.

Hay por ahí unas vallas conmemorativas de los pactos de apaciguamiento que dicen que las guerras son inútiles. Pero…¿la guerra hubiera sido inútil para la URNG si sus dirigentes hubieran alcanzado el poder y se hubieran convertido en los Ortega, los Chávez, o los Castro de esta tierra?  ¿Fue inútil hacerles frente a los aprendices de dictadores, totalitarios aspiracionales que querían hacer de Guatemala un infierno socialista?  La guerra es espantosa, es el peor enemigo de la libertad y debe ser evitada a no ser que, como dice el himno nacional de Guatemala: Tu pueblo con ánima fiera, antes muerto que esclavo será.  En estas fiestas de fin de año recordemos a los héroes que –con su sangre, o ahora en prisión– evitaron que creciéramos bajo regímenes criminales como los de Cuba y Venezuela.

Columna publicada en elPeriódico.

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  1. Porcierto financiada por el tirano dictador Castro, la URSS y otras dictaduras comunistas