Bachelet y el destruccionismo latinoamericano

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A sólo cinco meses de que la administración socialista de Michelle Bachelet asimió el poder en Chile, la tasa de crecimiento económico de aquel país se ha desplomado.  Según la revista Forbes, la causa principal de aquel deslizamiento es que el gobierno está arrasando con las instituciones de mercado que le habían permitido a Chile ser el país más próspero en América Latina.  ¡Y eso que Bachelet es socialista herbívora, no carnívora!

¿De qué estamos hablando exactamente?

De una reforma impositiva de caracter masivo que les incrementará dramaticamente la carga impositiva a las empresas; además la reforma les otorga poderes discrecionales, sin precedentes, a los recaudadores.

La presidenta Bachelet han desarrollado un sistema de pensiones estatista y colectivista, que sustituirá al exitoso sistema en el que cada trabajador tenía su fondo propio y este estaba totalmente cubierto.

Otra reforma es la del sistema de salud, mismo que será socializado.  Vienen reformas a los sistemas educativo y laboral.  Las primeras dirigidas a acabar con el sistema de vouchers y a la educación superior gratuita; las otras dirigidas a darles más poder a los sindicados.

El plan incluye una reforma constitucional que acabe con el concepto de estado subsidiario y le de al estado un papel más activo en la economía y en la sociedad.

En resumen, la reforma constitucional y las otras reformas van dirigidas a hacer de Chile un país más socialista, más al gusto de los destruccionistas que ejercen el poder.   Quienes no han tenido suficiente con ver cómo es que el destruccionismo socialista ha llevado un país petrolero como Venezuela hasta la miseria; ahora tendrán la oportunidad de ver cómo es que el destruccionismo socialista arrastra a los habitantes del país más próspero de América Latina hacia niveles cada vez más inferiores de bienestar.

Parafraseando a Michael Tanner, en After the Welfare State, se puede debatir el éxito, o el fracaso de los estados benefactores y del socialismo en ciertos campos; pero lo que no es debatible es la sostenibilidad de los estados benefactores y del socialismo.  Más allá de los costos financieros, tanto el estado benefactor como el socialismo erosionan las estructuras necesarias para las sociedades prósperas y pacíficas.  Más que terminar con la pobreza, los efectos de las transferencias de riqueza, terminan perpetuando y aumentando las condiciones que acentúan la pobreza en personas que resultan incapaces de cuidar de sí mismos.

En El socialismo, Ludwig von Mises explica que la política destruccionista es la disipación del capital y que pocas personas se dan cuenta de este fenómeno.  En la comunidad socialista es extraordinariamente grande el peligro de la dilapidación del capital, porque el medio más fácil de asegurar en ella el éxito de los demagogos es el de aumentar la parte de los bienes consagrados al consumo a expensas de la formación ulterior de capital y de la conservación del capital existente.  Por lo tanto, se sacrifica el porvenir en favor del presente.

Ilustración por B1mbo Licencia CC BY-SA 3.0.

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  1. Lástima. En su primer gobierno creo que no lo hizo tan mal. Como dicen, “if it ain’t broke, don’t touch it”.