Crayones de cera y recuerdos

Acabo de encontrarme con crayones de cera y una hoja de papel; y mientras que un cuate dibujaba la casa que se ve en la foto, yo me dispuse a oler los crayones. Eso sí, a la espera de mi hamburguesa y de mi Coca-Cola.

Tenía añales de no sentir aquel aroma en particular y de inmediato me transportó al kinder. El olor me llevó al aula en el Colegio San José de la Montaña, donde estudié por primera vez.

Me pareció fascinante la forma en que me vi de cinco años, sentado en una pequeña silla. En el salón que recuerdo muy bien.

Bueno…me alegro de no haberme “detenido a oler las rosas”, sino de haberlo hecho para oler los crayones. Lo cual me hizo pensar en los olores más queridos que hay en mi vida: el del desayuno en la casa de mi abuelita Frances; el del caldo de fideos con tomate y el del ponche de Navidad en la casa de mi abuelita Juanita; el del closet de mis padres; el de las almohadas de mi bisabuela Adela; el de Jack, un oso de peluche; el de mis perros, Simón y Manix; y el de una chumpa de cuero que tenía hace unos 33 años y que no me quitaba ni a porrazos.

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