¿Será casualidad que al capitalismo se le conozca como laissez faire? ¿Por qué es importante llamar la atención sobre este hecho?
La frase laissez faire, laissez passer, es de Jean-Claude de Gournay, que la usó en el siglo XVIII en una argumentación contra el intervencionismo del gobierno en la Economía. ¿Sabe qué quiere decir? Dejad hacer, dejad pasar; o sea: No te metas; y desde otro ángulo, quiere decir libertad en la economía, impuestos bajos o inexistentes, libertad laboral y gobierno mínimo.
¿Cuál es la esencia del capitalismo? El imperativo moral de que el hombre, para vivir qua hombre, necesita de libertad; o sea, que necesita que otros no ejerzan coacción arbitraria en su vida y su propiedad.
Nada que implique multitud de regulaciones y controles de le economía, impuestos altos o abundantes, tutelaridad o paternalismo laboral, y un gobierno omnipresente puede ser llamado capitalismo. Quien hiciera algo así incurriría en una contradicción lógica, razonablemente inaceptable en una discusión seria. Buena para la barricada y buena para desinformar; pero lógicamente insostenible.
¿Cómo, entonces, es que la crisis financiera que enfrenta el mundo le es atribuida al capitalismo?
Mucha gente cree que todo lo que tiene que ver con dinero, finanzas, Wall Street y los ricos, también tiene que ver con el capitalismo. Pero no es así.
El mercado financiero, que tiene mucho que ver con los elementos citados arriba, es uno de los mercados más regulados del mundo. Y ya vimos que la regulación abundante no es una característica del capitalismo.
Los gobiernos están presentes a todo lo largo y todo lo ancho del mercado financiero. Hay todo tipo de comisiones y de contralores involucrados en las actividades que tienen que ver con la intermediación financiera. Y ya vimos que la intervención estatal no es una característica del capitalismo.
Así nos podemos ir de característica en característica; pero dejémoslo aquí, para no hacer esto cansino.
Entre el extremo de un sistema capitalista o de laissez faire, y uno de intervencionismo totalitario, hay lo que se conoce como sistema mixto. Técnicamente el sistema mixto no existe porque sólo hay de dos: O hay libertad, o no la hay. Sin embargo, para efectos de afinar pinceladas –no en el campo filosófico, sino en el campo político– existe una pléyade de posibilidades que van, desde el mercantilismo, hasta el socialismo carnívoro, pasando por el socialismo vegetariano y otras variantes cuantitativas de regulaciones e intervencionismos.
La existencia de tantas variantes del sistema mixto tiene que ver, no con la ciencia económica, ni con la filosofía, sino con el ejercicio del poder; o sea, con el uso de la fuerza para conseguir lo que no se conseguiría de otra forma. Esa, por supuesto, no es una característica de un sistema capitalista, o de laissez faire. Este último se basa en el intercambio voluntario y en los contratos.
Los males que en estos días le son atribuidos al capitalismo o laissez faire, son males propios del carácter mixto del mercantilismo y del socialismo; y a menos que uno haga un análisis muy burdo, no hay forma de confundir las cosas.
Es un hecho que la crisis empezó a desencadenarse por la manipulación política de la Reserva Federal, en los Estados Unidos de América. La Fed redujo los costos de los créditos para viviendas. Eso aumentó la cantidad de dinero prestable. Muchas personas que no hubieran calificado en un sistema capitalista, obtuvieron créditos baratos. Aumentó la cantidad de vivienda. Mucha gente compró casa. ¿Tutti contenti? No.
Hasta aquí lo que vemos es un alud de intervencionismo impropio del capitalismo; y característico de un sistema mixto, mercantilista o socialista. La Fed es intervencionista y reguladora. La manipulación de tasas de interés es intervencionista y reguladora. La aspiración de que muchas personas tengan acceso a casa propia, a costos bajos es intervencionista y reguladora. El impulso a una industria específica, como la de la construcción, es intervencionista y regulador. ¿Dónde está el capitalismo o laissez faire?
Pero la vorágine no para aquí. La Fed se asustó porque la economía se le recalentó, o sea que se le fue de sus manos reguladoras e intervencionistas. ¿Y qué hizo? Elevó las tasas de interés. Más intervención y más regulación. ¿Y qué pasó? Las personas que tenían casas adquiridas con créditos políticamente baratos se vieron arrinconadas, no pudieron pagar las nuevas tasas de interés y tuvieron que devolver los inmuebles. Los bancos que daban préstamos políticamente baratos, a causa de la intervención estatal por medio de la Fed, enfrentaron pérdidas y la burbuja estalló.
Porque en todo este asunto hay bancos, financieras, mercados y empresas involucradas, los análisis burdos se imaginan que la crisis es una consecuencia del capitalismo o laissez faire. Convenientemente, este tipo de análisis pasa por alto la omnipresencia de la regulación y de la intervención estatal encarnadas en la Fed y en docenas de agencias y comisiones propias del gobierno, y ajenas al mercado libre. ¡Hace décadas y décadas que no hay un mercado libre en el sistema financiero! Todo en él está regulado, controlado y supervisado por el poder político encarnado en el gobierno.
Los que claman por regulación olvidan que todo aquello no hubiera ocurrido si la Fed no hubiera manipulado las tasas de interés para beneficiar a los pobres que no podían comprar casa. Los que claman por regulación hacen caso omiso de que la política que desató la crisis es de carácter mercantilista y hasta socialista, no capitalista o de laissez faire. La crisis esta es un fracaso del intervencionismo, no del capitalismo.
El capitalismo no hubiera manipulado tasas. El laissez faire no hubiera promovido créditos malos. Y en cuanto al rescate de bancos en problemas –tema que da para más– el capitalismo no los hubiera rescatado, y hubiera visto el asunto como una necesaria, aunque dolorosa depuración. Son los empresarios y los políticos mercantilistas y socialistas los que se resisten a aceptar que el mercado sabe más que ellos. El capitalismo no tiene problema alguno de conciencia cuando los que administran mal su riesgo deben enfrentar las consecuencias de sus decisiones; pero los empresarios y los políticos socialistas no aguantan la idea de tener que enfrentar las consecuencias de sus actos.
Y aquí es donde entra el concepto de incentivos. Los actores económicos reaccionan a los incentivos que hay. Y todos aquellos papeles e instrumentos financieros que ahora son vistos como consecuencias de una supuesta libertad excesiva, no son sino producto de los incentivos existentes en un mercado que no es libre, ni tiene nada que ver con el laissez faire capitalista; sino con uno en el que las regulaciones, la intervención, las políticas de fomento, y las comisiones de esto y de aquello, tienen todas las características de ser un mercado mercantilista, y hasta socialista.
Los socialistas más rabiosos y los mercantilistas perdularios proclaman que este esta crisis financiera es consecuencia del capitalismo; cuando, en realidad, lo es del socialismo y del mercantilismo. Es consecuencia de la connivencia entre empresarios y políticos para beneficiarse de los mercados. Es consecuencia del paternalismo y de la fatal arrogancia de creer que se puede hacer propietarios a la fuerza, o de que la economía puede ser manejada como si se tratara de subir y bajar palancas.
Los socialistas rabiosos y los mercantilistas perdularios pueden seguirle dando palos al capitalismo o laissez faire; pero sus manos huelen a pólvora. La baba del intervencionismo y las regulaciones está en la génesis de todo este asunto. Uno puede ignorar este hecho, puede engañar a las masas y puede sentarse a esperar la próxima crisis; o puede aprovechar las lecciones de la ciencia económica y aprender de los errores cometidos.
Para eso, los dejo ahora con algo del gran Ludwig von Mises: “El cúmulo de conocimientos de la ciencia económica es pieza fundamental de la civilización: es la base sobre la cual se han erigido el industrialismo moderno y todos los logros morales, intelectuales, tecnológicos y terapéuticos de los últimos siglos. Queda a los hombres decidir si aprovechan el invaluable tesoro que este acervo supone o si, por el contrario, lo dejan de utilizar. Si deciden prescindir de tan espléndidos hallazgos y menospreciar sus enseñanzas, no se limitarán ciertamente a eliminar la economía, sino que destruirán también la sociedad y al género humano”, frase extraída del capítulo 39, parte 7, de Human Action.
Para más información, le recomiendo:
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