Luego de que leí la historia del mono que habla, a causa de los Tortrix, no me aguanté las ganas y tuve que ir a comprar mi bolsa de los respectivos.
Allá por 1974/75, cuando estaba entre Primero y Segundo años de Básicos, casi todas las tardes me comía una bolsita de esas delicias. En esa época tuve varias aficiones alimenticias de las que me acordé hoy: panes con mantequilla y ajo después del almuerzo; y Tortrix, o Cremas de Pozuelo para la refacción de la tarde. Acompañadas por Coca-Cola, o leche con Milo, según fuera el caso.
Las golosinas de la tarde las disfrutaba junto a mi chihuaha La Chiqui, mientras veía televisión; y las compraba en la tienda de doña Tinita que quedaba justo frente a la casa, del otro lado de la Avenida Independencia.
Los Tortrix son unas de esas cosas que no han disminuido su calidad con el paso de los años. Siguen tan sabrosos y tostaditos como en aquel entonces. ¡Y como tenía añales de no entrarle una bolsa de esas tortillitas de maíz, con su sabor tan característico, me gocé mucho la que casi me me comí hoy completa!
Los Tortrix son ricos con frijoles negros y crema; con queso crema y jalea de chiles pimientos; y con una Taco Salad que hace mi madre.