07
Nov 08

Facta, non verba: leccion para empresaurios y diputíteres

“En Guatemala todo se negocia”.  Lo dijo Alvaro San Nicolás Colom, al explicar que la admnistración socialdemócrata sabía que iba a haber regateo encuanto a bajar el impuesto llamado de solidaridad, y el tributo a la primera matrícula de vehículo.

La notita está en la página 5 de Prensa Libre y no la encontré en su sitio Web.


Este es un buen momento para recordar que en todo diálogo y en todo proceso político se le debería poner atención a algo que escribió la filósofa Ayn Rand en Capitalism: the unknown ideal (Capitalismo: el ideal desconocido). En el capítulo denominado La Anatomía del Compromiso, Rand describe algunas reglas acerca de trabajar con principios en la práctica y acerca de la relación de aquellos con objetivos concretos.


1. En todo conflicto entre dos hombres (o dos grupos) que comparten los mismos principios básicos, gana el más consistente.

2. En toda colaboración entre dos hombres (o grupos) que se apoyan en diferentes principios básicos, es el más maligno, o irracional, es el que gana.

3. Cuando los principios básicos opuestos están abierta y claramente definidos, eso obra en ventaja del lado racional; y cuando no están claramente definidos, sino que están ocultos o difusos, eso obra en ventaja del lado irracional.


06
Jun 08

No tiene la culpa el loro…

Como las elites guatemaltecas están acostumbradas a negociar sobre posiciones, y no sobre principios, los pipoldermos ya les tomaron la medida. Cuando los políticos quieren imponer tributos, o queren avanzar en la invasión de la esfera de acción privada de los individuos, lo que hacen es ofrecer un impensable, o un absurdo, y negociar a partir de ahí.

Eso es lo que está pasando ahora que la administración socialdemócrata salió con la historia de reactivar un decreto de la era de los militares, por medio del cual se pretende obligar a los finqueros a dedicar 10% de sus tierras a la siembra de granos básicos. Retrógrada y surrealista, como es, tal normativa es el punto de partida en el cual los “representatnes de los sectores” llegarán al diálogo para regatear posiciones y no a defender principios.

No llegarán a cuestionar si es legítimo y moral que el gobierno tome recursos ajenos por la fuerza para atender y privilegiar a intereses particulares; ni a cuestionar que los pipoldermos tengan la facultad de violar los derechos a la libertad y a la propiedad; sino que llegarán a negociar porcentajes, tasas y excepciones para esa norma y/o para cualquier pretensión impositiva que esté maquinando la administración.

Yo digo que si un proceso viola los derechos individuales de una sola persona. ¡Una sóla!, el deber de cualquiera que valore la vida, la libertad y la propiedad, es obstaculizar ese proceso. Su deber moral es desactivarlo y ponerlo en evidencia; no negociar posiciones.

En todo diálogo y en todo proceso político, los “representantes de los sectores sociales” deberían recordar algo que escribió la filósofa Ayn Rand en Capitalism: the unknown ideal (Capitalismo: el ideal desconocido). En el capítulo denominado La Anatomía del Compromiso, Rand describió algunas reglas acerca de trabajar con principios en la práctica, y acerca de la relación de aquellos con objetivos concretos.

1. En todo conflicto entre dos hombres (o dos grupos) que comparten los mismos principios básicos, gana el más consistente.

2. En toda colaboración entre dos hombres (o grupos) que se apoyan en diferentes principios básicos, es el más maligno, o irracional, es el que gana.

3. Cuando los principios básicos opuestos están abierta y claramente definidos, eso obra en ventaja del lado racional; y cuando no están claramente definidos, sino que están ocultos o difusos, eso obra en ventaja del lado irracional.

No hay, ni puede haber, nada de malo en defender la libertad individual frente al colectivismo. Y si uno está en un “diálogo”, imbuido en un “proceso”, no hay nada de virtuoso en acceder a las demandas del poder y a las exigencias de los grupos de interés por el sólo hecho de no ser un intransigente. Los derechos a la vida, a la libertad y a la propiedad no se pierden de golpe; sino que se pierden cada vez que alguien accede a ceder un pequeño “pedazo”, para que no se rompa el diálogo, y para que no se interrumpa el proceso, en defensa de sus interéses.

Los pipoldermos no tienen la culpa de aprovecharse así de las elites, porque no tiene la culpa el loro, sino el que le enseña a hablar.


30
Dic 07

"La anatomía del compromiso"

“No se vale participar para obstaculizar los procesos”, dijo el procurador de los derechos humanos, de Guatemala, el viernes pasado, al cuestionar el proceder de representantes de algunos sectores sociales en las instancias de diálogo convocadas por el gobierno.

Sergio Morales dice que “los sectores sociales deben participar más para aportar y empujar los procesos, en busca del bien nacional”.

Le he puesto atención a estas declaraciones del Procurador porque ilustran muy bien, ¡pero muy bien!, los errores metodológicos de la muchos políticos y analistas guatemaltecos. En esta entrada voy a ocuparme de dos: el colectivismo, y el hábito de tratar las cosas en paquete.

El colectivismo se hace evidente cuando se piensa que la política, o la economía, son cuestiones de sectores sociales, de grupos sociales, o de grupos de interés; no de individuos. Se piensa que hay un interés nacional más allá de la suma de los intereses individuales. Esta forma de pensar estima que lo que importa es el grupo, y entonces, sin un grupo, uno no es nada. Desde una visión marxista, estos grupos son las clases sociales; pero desde otras perspectivas, hay grupos étnicos, o de sexo, para poner dos ejemplos.

Yo prefiero el individualismo metodológico que entiende la acción humana como un proceso personal, y no como uno grupal. Para los políticos del corte del Procurador, lo que importa es llegar a acuerdos entre grupos de interés y lo que valen son los acuerdos, no los contenidos. Esto es porque esa posición tiene raices utilitaristas a la manera de que lo que se persigue es el mayor bien para el mayor número, sin tomar en cuenta a las minorías que disienten. Por eso es que aquel que no esta de acuerdo con lo decretado por la mayoría es un obstaculizador de procesos, un negativo, un inconforme, o “un miembro de las mafias”.

El hábito de tratar las cosas en paquete es muy cómodo y es otra característica del análisis político y económico chapín. Al descartar el individualismo metodológico, políticos y analistas centran su atención en grupos de personas y eso conduce a agrupar ideas y fenómenos de igual manera.

Quien hace eso, deliberadamente ignora las diferencia sutiles pero importantes que existen entre las ideas (aunque superficialmente parezcan iguales) y entre los miles y millones de actos y hechos que día a día conforman eso que conocemos como sociedad. Por eso es que muchos políticos y analistas creen que la sociedad actúa y piensa. Por eso creen que el mercado es un “dios”, o que el mercado consume y produce.

El tratar las cosas en paquete tiene una ventaja para aquellos políticos y analistas: les permite hacer caso omiso de los principios y de los valores porque “el paquete es más importante” que las valoraciones individuales, o los principios involucrados en las decisiones personales. Desde aquella perspectiva, el paquete es más grande y por lo tanto debe tener precedencia.

Por eso es que, para ellos, los intereses generales deben prevalecer sobre los derechos individuales. Y por eso es que aquellos que no están de acuerdo con lo que decide la mayoría, son los que obstaculizan los procesos. Los procesos, son más importantes, para ellos, que las personas individuales que se ven involucradas en ellos.

Para ellos el interés nacional es más importante que los derechos individuales de cualquiera que se oponga a los designios del grupo (mayoritario, o minoritario) que haya acordado cuál es ese interés nacional.

Por eso también, es que muchos “representantes de sectores” que llegan a los dialogos convocados por los políticos, llega a regatear posiciones y no a defender principios. No llegan a cuestionar si es legítimo y moral que el gobierno tome recursos ajenos por la fuerza para atender y privilegiar a intereses particulares; sino que llegan a negociar la tasa del impuesto. O su temporalidad, como ocurrió con el Ietaap.

Yo digo que si un proceso viola los derechos individuales de una sola persona. ¡Una sóla!, el deber de cualquiera que valore la vida, la libertad y la propiedad, es obstaculizar ese proceso. Su deber moral es desactivarlo y ponerlo en evidencia.

En todo diálogo y en todo proceso político, los “representantes de los sectores sociales” deberían ponerle atención a algo que escribió la filósofa Ayn Rand en Capitalism: the unknown ideal (Capitalismo: el ideal desconocido). En el capítulo denominado La Anatomía del Compromiso, Rand describe algunas reglas acerca de trabajar con principios en la práctica y acerca de la relación de aquellos con objetivos concretos.

1. En todo conflicto entre dos hombres (o dos grupos) que comparten los mismos principios básicos, gana el más consistente.

2. En toda colaboración entre dos hombres (o grupos) que se apoyan en diferentes principios básicos, es el más maligno, o irracional, es el que gana.

3. Cuando los principios básicos opuestos están abierta y claramente definidos, eso obra en ventaja del lado racional; y cuando no están claramente definidos, sino que están ocultos o difusos, eso obra en ventaja del lado irracional.

No hay, ni puede haber, nada de malo en defender la libertad individual frente al colectivismo. Y si uno está en un “diálogo”, imbuido en un “proceso”, no hay nada de virtuoso en acceder a las demandas del poder y a las exigencias de los grupos de interés por el sólo hecho de no ser un intransigente.

Los derechos a la vida, a la libertad y a la propiedad no se pierden de golpe; sino que se pierden cada vez que alguien accede a ceder un pequeño “pedazo”, para que no se rompa el diálogo, y para que no se interrumpa el proceso.


29
Jun 07

¿El Talibán?

Hoy, al salir de un seminario, uno de los participantes me saludó así: “¿Qué dice el talibán?” Se refiere, claro, a que en mis intervenciones suelo ser inflexible e intransigente cuando se trata de defender principios.

La mayor parte de la gente, condecendiente con el relativismo, con la búsqueda obsesiva de consensos y con otras prácticas posmodernas no tolera la intransigencia de los principios. La mayoría cree que se debe ser flexible hasta en eso. Pero yo no; porque, si los principios fueran flexibles y transables, ¡dejarían de ser principios!

A la mayoría de la gente le gusta creer que en aras del interés general es aceptable sacrificar los derechos individuales. Y la discusión que originó el saludo al que me refiero tenía que ver con eso, en el fondo. La gente cree, por ejemplo, que el derecho de propiedad de uno, o de algunos, puede ser ignorado, si eso sirve a muchos, o a varios. Igual pasa con el derecho de libertad…y con el derecho a la vida.

Y yo creo que no es así. Creo que, como es de interés general el respeto a los derechos individuales, estos no deben ser sacrificados ni aunque sean 100 contra 1.

Francamente me molestó el saludo, ¿para qué lo voy a negar? Pero en cuanto a la defensa de los derechos individuales y de la igualdad ante la ley, no voy a ser menos inflexible, ni menos intransigente.

Es más, les propongo que ustedes sean igual de inflexibles e intransigentes con un voto que le escuché a Fredy Kofman hace ratos: “Me comprometo a no iniciar el uso de la violencia física (ni en forma directa, ni mediante mis agentes), contra ninguna persona, ni contra su propiedad”.

¿Hay alguien que quiera ser flexible y estar en desacuerdo con esa promesa?


21
Feb 07

El caso de los cubanos, una decisión acertada

Leo que “Los 14 cubanos que estaban retenidos en el albergue de Migración desde el 25 de enero último, han podido salir por primera vez a las calles de Guatemala, mientras se tramita su petición de refugio por causas humanitarias”; y pienso que esa ha sido una decisión acertada de la Administración.

Una de las cosas más difíciles en la vida, y ciertamente que en las políticas públicas, es actuar conforme a principos consistentemente; y estoy seguro de que esta decisión va en esa dirección. Si los chapines exigimos que a nuestros emigrados se les trate con dignidad en México y en los Estados Unidos de América, estamos moralmente obligados -si queremos ser consistentes y actuar conforme a principios- a tratar de igual forma a los emigrados de otros países que vienen a Guatemala en busca de refugio, o de trabajo, o de paso. Eso no solo se refiere a los cubanos y chinos que huyen de la dictadura; sino a los salvadoreños, los ecuatrorianos y otros vecinos que huyen de gobiernos ineptos.

La foto es de Prensa Libre, por Esbin García.