Padres de familia y empleados de las escuelas Fe y Alegría bloquearon el tránsito en tres puntos de la ciudad de Guatemala en demanda de que el Ministerio de Educación (o sea, los tributarios) se haga cargo de la admistración de esos establecimientos.
Al margen del perjuicio que hacen este tipo de protestas, la demanda de que el presupuesto del estado se haga cargo de organizaciones no gubernamentales que se hallan en problemas es inaceptable. No extraña, sin embargo, si se toma en cuenta que los empleados de esta organización tienen antecedentes de ser díscolos. Hace tres años, cinco empleados Fe y Alegría fueron capturados por la Policía, señalados de haber dado muerte a balazos a una persona.
Fe y Alegría es un movimiento vinculado a la Compañía de Jesús y su propósito es contribuir a la educación popular y a la promoción social.
Lamentablemente se está haciendo costumbre que organizaciones no gubernamentales que se meten en problemas financieros, o administrativos busquen la teta del estado para salir de penas. Tal es el caso de Cabecitas de Algodón, en La Antigua, que hace un año acudió al Congreso para obtener una tajada del presupuesto del Estado.
Yo no juzgo mal los fines de aquellas organizaciones. ¿Quién, con dos dedos de frente, se va a oponer a la educación y al cuidado de ancianos provistos por organizaciones privadas volunatarias de servicio? Empero, lo que es inadmisible es que dichas organizaciones pretendan ser no gubernamentales y terminen dependiendo de impuestos, que son dinero de los tributarios tomado por la fuerza.
Ahora, es el caso que los empleados de Fe y Alegría quieren convertirse en una carga para quienes pagan impuestos. ¿Qué dice todo esto de la clase de sociedad en la que vivimos?