Juan pirincho come poco,/ Juan pirincho está muy flaco. /Tiene cara de macaco/ y a veces parece loco. Los versos son de un cuento que contaba mi abuelo, Jorge, y el relato es de Constancio C. Vigil.
La historia va con que un pajarito se enferma y los vecinos llegan con toda clase de remedios: que le arranquen las plumas de la cola y las pongan bajo su almohada, que le suelten hormigas en la cama, que lo cuelguen de las patas a la salida del sol y cosas así.
Ayer, Guatemala se me hizo como Juan pirincho. No se termina de hacer nuestra la lucha contra la corrupción y la impunidad porque está siendo impuesta detrás de una agenda ajena. Se hace cuesta arriba el crecimiento de la economía porque grupos de interés y jueces, más comprometidos con la política que con la justicia, pueden dejar sin fuentes de ingreso a miles de personas y parar inversiones millonarias caprichosamente. No se termina de entender qué es la justicia porque unos la confunden con venganza, y otros no toman en cuenta que piedad para el culpable es traición para la víctima. Los remedios que traen los vecinos, cuando no son fabricantes de miseria, son fabricantes de injusticia.
En el cuento, Juan pirincho se cura porque en vez de acudir a disparates, alguien acude a un galeno.
En The Wall Street Journal, hace ocho días, la columnista Mary O´Grady actuó como el médico del cuento y apuntó a que el remedio contra la pobreza no es un sistema complejo y costoso como el que recomiendan los vecinos; sino una revisión de los impuestos, la regulación y los sistemas legales con el fin de aumentar la libertad económica. ¿Por qué es importante remediar la pobreza? Porque necesidades como salud, educación, vivienda, y otras se satisfacen con recursos económicos y porque la mejor política social es un buen empleo (como dijo no sé quién). ¿Por qué por medio de la libertad? Porque cuando hay libertad hay mercado, y el mercado es lo que ocurre cuando las personas intercambian su propiedad. Y para ello debe haber respeto a los contratos, seguridad jurídica, justicia, y no debe haber privilegios, impunidad, ni corrupción. ¿Tu, qué piensas?
Columna publicada en elPeriódico; y la ilustración la tomé de aquí.