La presencia estimada de entre 6,000 y 20,000 migrantes en medio del mar, que huyen de la persecución étnica en Birmania y de la pobreza en Bangladesh, ha generado una crisis en toda aquella región, mientras los países del área se acusan con el dedo y se niegan a recibirlos. ¡Cientos de ellos están varados en el mar, sin alimentos, ni agua!
La historia me recuerda a la del SS St. Louis, un barco lleno de migrantes judíos que, luego de la noche de los cristales rotos, trataron de escapar de Europa sólo para ser rechazados y devueltos al Viejo Continente.
Me recordó, también, la hipocresía de la ética estatista. Y la propia hipocresía chapina en ese sentido. En países donde prevaleciera la ética capitalista no habría barreras para bienes, capitales, ni personas; pero donde no es así los bienes, los capitales y las personas sólo son bienvenidos si sirven a los intereses específicos de quienes tienen el poder, o quienes influyen en él.
El drama de los rohingya es el drama de todos los migrantes que huyen de economías empobrecedoras, y de políticas que irrespetan los derechos individuales. Es el drama de los chapines que huyen al norte y son humillados, perseguidos y abusados (cuando no asesinados) cuando pasan el ríos Suchiate. Es el drama de los salvadoreños, los ecuatorianos, los chinos y otros migrantes que, cuando se dirigen hacia el norte, en busca de mejores oportunidades, son humillados, perseguidos y abusados (cuando no asesinados) a su paso por Guatemala.
La ética hipócrita del estatismo cuesta vidas humanas. Seguro que ya es tiempo de acabar con las barreras contra la migración.
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