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May 07

El Papa flip-flop

En Brasil, Benedicto XVI dijo que “el anuncio de Jesús y de su Evangelio no conllevó en ningún momento una alineación de las culturas precolombinas y no impuso una cultura extranjera”. El comentario papal fue un desatino, evidentemente; porque hasta las piedras saben que los españoles impusieron el cristianismo a hierro y fuego. ¿Quién ignora que Alejandro VI le dió licencia a la corona española para conquistar estas tierras con la condición de que “salvaran las almas” de sus habitantes”.

Benedicto XVI tuvo que tragarse sus palabras, entre otras cosas, porque Hugo Chávez le exigió que les pidiera perdón a los indígenas de América por haber negado “el holocausto aborígen”. El Papa reconoció ayer que esos “crímenes injustificados” fueron “condenados en su época por misioneros” y que, en todo caso, no deben hacer olvidar “la obra maravillosa llevada a cabo por la gracia divina entre sus poblaciones a lo largo de los siglos”. Las palabras del Pontífice fueron interpretadas por los expertos en temas vaticanos como una especie de redención para la Iglesia Católica en esos “crímenes” cometidos por “los colonizadores”.

Fray Matías de Paz consideraba que el “justo título” para la conquista era la donación papal; y que la guerra tenía como justificación última que los indios “abrazaran la verdadera fe de Cristo”. El clérigo Juan Ginés de Sepúlveda consideraba la guerra “justísima y obligatoria” con el objetivo de corregir la impiedad, los abusos y pecados de los indios. El Requerimiento, de Juan López de Palacios Rubios, amonestaba a los indígenas para que aceptaran el dominio español y “la verdadera fe”. Claro que personajes como el obispo Francisco Marroquín cuestionaban el trato que se les daba a los indígenas; pero prevaleció el criterio de que los conquistadores tenían el deber de cristianizar a los indios, a como diera lugar.

Esta no es la primera vez que el papa Ratzinger tiene que desdecirse en materia de su interpretación de la Historia.

En 2006, en Ratisbona, el discurso del Papa sobre las relaciones entre la fe y la razón provocó una oleada de indignación en el mundo musulmán por el presunto nexo que implicaba entre Islam y violencia. Benedicto XVI se defendió de esas críticas e hizo públicas algunas precisiones, pero no se excusó por las mismas. Ese mismo año, durante su visita a Auschwitz, el obispo de Roma habló de seis millones de víctimas polacas, sin precisar que la mitad fueron judíos. Nuevamente volvió a intentar arreglar las cosas cuando volvió al Vaticano hablando de “unos seis millones de judíos” exterminados en los campos de concentración nazis.