El huipil de Santa Catarina Palopó es uno de los pocos que puedo reconocer facilmente. Quizás porque lo veía constantemente en la playa de Panajachel, en los años 80, cuando las catarinecas pasaban por ahí ofreciendo pulseras y camisas, una tras otra, constantemente y sin tregua.
Quizás porque recuerdo muy bien a mi tía Adelita, galana con el suyo, siempre trabajando y siempre cariñosa.
Santa Catarina Palopó es uno de esos pueblos que están agarrados a las montañas que guardan el lago de Atitlán; y en mi imaginario de niño era como de juguete. Como de Nacimiento, dirían las viejitas. Fue precioso hasta que -como buena parte de Guatemala empezó a estropearse como consecuencia del terremoto de 1976, primero; y luego como consecuencia de la arquitectura de remesas-.
Por eso me alegra muchísimo esa iniciativa llamada Pintando Santa Catarina Palopó. Una iniciativa de Harris y Melissa Whitbeck, así como de los artistas Jeroen Koolhaas y Andreas Urhan. La idea es pintar las 700 casas de la cabecera municipal con los colores del antiguo y viejo huipil de la población. Cuando la iniciativa concluya con éxito Santa Catarina Palopó será una especie de lienzo tridimensional inspirado en las profundas raíces culturales y textiles de aquel lugar.