Dólar y “mercado negro”

El mercado es lo que ocurre cuando las personas intercambian voluntariamente su propiedad. No es un dios, ni un lugar. Hay mercado cuando una persona camina por la séptima avenida con sus dólares, y habla con otra con el propósito de adquirir quetzales. Si ambos llegan y se van en paz, contento uno con los dólares que quería, y el otro con los quetzales que deseaba, ese fue un fenómeno de mercado.

¡Que mala taza hay que ser, para llamar a aquello “mercado negro”! Los políticos socialistas y sus burócratas, creen que el mercado es otra cosa. Algo en el cual se imponen precios, y requisitos y condiciones coactivas y complejas. Algo tapizado de formularios y plagado de prohibiciones. Y por eso es que les conviene que al mercado se le llame “negro”, para ensuciar y para desprestigiar.

Hay un fenómeno de mercado cuando llegas a La Villa y compras aguacates. Llegas, saludas, preguntas cuánto valen, regateas, das el dinero, te ponen los aguacates en una bolsa y te vas.

El mercado tampoco es informal y no es cierto que no haya regulaciones en él. Intenta comprar, o vender dólares falsos, en el mercado, y vas a ver cómo se te reclama el cumplimiento de formalidades y regulaciones mínimas y razonables. Lo que pasa es que en el mercado lo que la gente quiere es que seas honrado, y no que seas beato.
Los precios, como el de las monedas extranjeras, son mensajeros que les informan a los actores económicos dónde colocar sus recursos. Por eso es importante que los precios sean reales, para que los actores económicos cuenten con información verdadera y hagan su cálculo económico sin engañarse, y ¡sin ser engañados!
Si el dólar está barato, a lo mejor no te conviene vender tus dólares; y si los aguacates están caros, de repente es mejor que compres otras frutas.

Hay personas a quienes no les conviene los precios reales porque -si son muy altos, o muy bajos- estos afectan sus negocios particulares; y por eso prefieren que los políticos y sus burócratas asignen precios políticos que sirvan a sus intereses. Y como “el nene es llorón y la nana lo pellizca”, a veces los políticos sucumben a las insinuaciones y a las presiones de aquellos grupos. Y cuando eso ocurre, todos perdemos porque los recursos en la sociedad son asignados con base en información falsa.

Yo, por eso, confío en el mercado; más que en las malas artes de grupos de interés, políticos, técnicos y funcionarios en convivencia.

Esta columna fue publicada en El Periódico.

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