La pandemia desenmascaró nuestras miserias éticas, jurídicas, económicas y políticas, aquí y en todo el mundo. Como no ha escapado Guatemala, no han escapado Francia, ni Australia, por ejemplo. En todo el mundo se aceleraron las amenazas no sólo contra la libertad -que es lo evidente- sino contra la mismísima civilización. Es decir, las amenazas contra los derechos individuales, la razón y el método científico. Ya en 1971, Louis Rougier advertía que el espíritu de Prometeo, propio de Occidente, se caracteriza por el progresivo y acumulativo dominio del entorno físico y social por medio de la ciencia y la tecnología; pero que los gobiernos han demostrado cómo estos medios pueden ser usados para ultrajar a las masas, lavarles el cerebro, amaestrarlas como si fueran animales y obligarlas a servir sus propósitos de ideólogos y tecnócratas. ¡Y eso que el autor de El genio de Occidente* no había vivido el 2020!
De ahí que, por más repugnante que parezca el ejercicio de la política (la parte de la filosofía que se ocupa de la ética en un contexto social…y del poder), el ciudadano responsable está llamado a involucrarse en la cosa pública. No necesariamente como candidato, por supuesto, pero sí como actor; como individuo que piensa, decide y actúa.
Guatemala tiene la tasa de reducción de pobreza más baja en América Latina; y si no queremos enfrentar un estallido social que nadie sabe en qué puede terminar, es urgente acabar con los vicios que impiden la multiplicación de la riqueza, y desarrollar las instituciones necesarias para que haya más ahorro, inversión productiva, oportunidades de empleo y bienestar. ¿No se te ha hecho evidente que, mínimo, nos urgen una reforma política y una de la justicia?
Pero esas reformas -y otras- no van a venir desde adentro del establishment; y no deben venir desde el jacobinismo, el nihilismo, ni desde el autoritarismo. Deben venir de ciudadanos comprometidos con el ideal republicano, con los derechos individuales de todos por igual, y con los valores que hacen posible la cooperación social y la civilización. De otro modo, estamos perdidos.
*Es una lástima que a ediciones recientes le hayan añadido un subtítulo que dice raíces clásicas y cristianas de la civilización occidental porque eso distrae de lo que es importante. También es una lástima que la traducción dice racionalismo, donde debería decir racionalidad. Empero, es un libro muy bueno, recomendable, ilustrador.
Columna publicada en elPeriódico.