Como consecuencia del encierro sufrido por los guatemaltecos durante buena parte de 2020, se hacen evidentes nuevas muestras del empobrecimiento causado por aquella medida política local y global.
La pobreza extrema, en Guatemala, aumentó cuatro puntos porcentuales. La semana pasada me encontré con un mesero que conozco desde hace unos 20 años. Una persona trabajadora, servicial y atenta. El restaurante en el que lo conocí cerró como consecuencia del encierro; y la franquicia para la que trabajaba antes de aquella catástrofe dejó ir a 500 empleados (él en cuenta) y ahora trabaja -luego de haber pasado un par de meses sin empleo- en un lugar bueno y bonito, pero de menor categoría en el que las propinas no son como eran en los lugares donde había trabajado antes. El mesero tiene suerte; porque miles de personas y familias cayeron en la pobreza extrema.
Como consecuencia del encierro, la telefonía móvil -que no hacía más que crecer en Guatemala- se contrajo 2.3 por ciento. Las líneas fijas se incrementaron 15 por ciento, seguramente porque las personas que tuvieron suerte y no perdieron sus empleos, ahora trabajan en casa. La porción más grande de la telefonía móvil es la de las líneas prepago o de tarjeta que reporta el 91.5 por ciento del mercado. El año pasado este segmento superó los 18.6 millones de líneas, sin embargo, retrocedió 2.8 por ciento frente a las 19.2 millones activas en 2019. La gente de recursos más modestos es la que usa teléfonos tarjeteros y es la que tuvo que prescindir de ellos.
En 2019 Guatemala alcanzó más de 2.5 millones de turistas y en 2020 únicamente 593,00 registrando un decrecimiento en visitantes del 76.7% menos. En el sector hubo más de 100 mil empleos perdidos: 53% de los trabajadores fijos fueron despedidos y el 17% de las empresas cerraron.
Todavía están por descubrirse más efectos del encierro en las economías familiares de los chapines. A principios de la semana pasada exploré los efectos psicológicos y emocionales y si te interesa el tema, quizás quieras leer acerca de ello.