Del amigo y lector, Juan José, recibí estos fragmentos del discurso de Nicolas Sarkozy al asumir la presidencia en Francia el 16 de mayo de 2007. En algunas partes de la totalidad del discurso Sarkozy es demasiado conservador (como opuesto a libertario); pero ciertamente que en otras, como las que transcribo, el Presidente tiene razón.
Hemos derrotado la frivolidad y la hipocresía de los “intelectuales progresistas”. Es el pensamiento de aquel que lo sabe todo, que condena la política, mientras la practica.
Nos habían impuesto el relativismo. La idea de que todo es igual, lo verdadero y lo falso, lo bello y lo feo. Nos hicieron creer que la víctima cuenta menos que el delincuente. Que la autoridad estaba muerta, que las buenas maneras habían terminado.
Que no había nada sagrado, nada admirable. El eslogan desde mayo del 68 en las paredes de la Sorbona: “Vivir sin obligaciones y gozar sin trabas”. Quisieron terminar con la escuela de excelencia y del civismo.
Asesinaron los escrúpulos y la ética. Una izquierda hipócrita que permitía indemnizaciones millonarias a los grandes directivos estatales y el triunfo del depredador sobre el emprendedor. Esa izquierda está en la política, en los medios de comunicación, en la economía. Le ha tomado el gusto al poder.
Dejaron sin poder a las fuerzas del orden y crearon una frase: “Se ha abierto una fosa entre la policía y la juventud”. Los vándalos son buenos y la Policía es mala. Como si la sociedad fuera siempre culpable y el delincuente, inocente.
Defienden los servicios públicos, pero jamás usan un transporte colectivo. Aman tanto la escuela pública, pero sus hijos estudian en colegios privados. Dicen adorar la periferia y jamás viven en ella. Firman peticiones cuando se expulsa a algún “ocupa”, pero que no aceptan que se instalen en su casa.
Esa izquierda que ha renunciado al mérito y al esfuerzo, que atiza el odio a la familia, a la sociedad y a la República. Esto no puede ser perpetuado en un país como Francia y por eso estoy aquí. No podemos inventar impuestos para estimular al que cobra del estado sin trabajar.
Debo confesar que me consideraba de izquierda, por soñador o idealista, el hecho es que creía y creo que se puede hacer un mundo mejor. Lo me ahora me hace dudar a la hora de definirme, y termina por convencerme que no merezco, nadie debería quererlo tampoco, quedar preso de una ETIQUETA.La confusión en que vive la izquierda que es capaz de aplaudir la barbarie con tal que se haga en nombre de “la revolución”, “su” revolución, que se aprovecha de la democracia para pasar a negarla, son elementos que me hacen abdicar de mi pasado encasillamiento.Coincido con tu post, en muchos de sus aspectos: el ideal de la izquierda se ha convertido en un descarado individualismo relativista.