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A mediados de los años 70 vi una película de misterio que se desarrollaba parcialmente en los pasajes subterráneos de la ciudad de Seattle. Quedé fascinado por la idea de que una ciudad hubiera sido construida sobre los restos de otra y de que hubiera pasajes subterráneos con edificios, calles y todo bajo tierra; y desde entonces tenía ganas de conocer aquella ciudad y sus secretos.
Hay como 19 películas filmadas en Seattle y quién sabe cuántas de ellas utilizaron los pasajes subterráneos de la ciudad; y no me acuerdo cuál peli fue la que disparó mi imaginación. Lo que sí recuerdo es que era de misterio y ¿cómo iba a ser de otra forma?
El 6 de junio de 1889, a las 2:39 de la tarde un carpintero incendió una olla de pegamento, por accidente y así se inició el gran incendio de Seattle que arrasó con 31 manzanas de la ciudad, construida principalmente de madera. Para reconstruirla las autoridades decidieron que todos los nuevos edificios debían ser de ladrillo para evitar desastres similares en el futuro; y que el nivel de la nueva ciudad estaría dos pisos arriba de la vieja, esto porque la ciudad original estaba construida de modo que la marea alta la inundaba y hacía regresar los desperdicios que salían de los inodoros marca Crapper.
En un momento dado la nueva Seattle parecía un waffle con paredes de concreto que elevaron el nivel de la ciudad. De hecho, para pasar de una manzana a otra las personas tenían que subir y bajar escaleras y atravesar puentes de ladrillo. Cuando las calles fueron selladas y todavía había alguna actividad en el viejo nivel de la ciudad, fueron instalados tragaluces.
Debido a una plaga de peste bubónica, en 1907 la ciudad cerró el área subterránea de la ciudad y abajo sólo quedaron los habitantes marginales de la ciudad. El área sirvió como lugar de hospedaje miserable, sitios que habitaban mendigos, salones de juego, de prostitución, fumaderos de opio y, durante la prohibición: bares clandestinos.
Actualmente sólo una parte de los pasadizos subterráneos de Seattle está abierta al público gracias a que en 1965 el ciudadano Bill Spiedel se propuso rescatar el área y organizar visitas guiadas a aquellos misteriosos rincones de al ciudad.
El 5 de julio pasado tuve la dicha de visitar el área en compañía de mis cuates Marta Yolanda, María Dolores, Alesandra, María José, José Fernando, Gery y Alejandro y nos divertimos como micos. La historia de la ciudad y de sus pasajes subterráneos es fascinante. Incluye hilarantes anéctodas sobre los primeros inodoros que llegaron a Seattle, marca Crapper; y sobre Lou Graham, una madama que contribuyó grandemente a la reconstrucción de la urbe y a la educación. A mi juicio el nombre de Lou Graham debería estar al lado de los de los padres de aquella ciudad de película.