Si no vendieran licor en Santiago, no habría ebrios, dice un reportaje que leí hoy. Resulta que en Santiago Chimaltenango, como en Todos Santos, en Acatán y otros pueblos indígenas de Los Cuchumantanes, las autoridades locales han prohibido la venta de licores; según ellos, para evitar el alcoholismo y la violencia intrafamiliar que imperan entre la población. En algunos de esos pueblos se ha llegado a extremos como prohibir el juego de básquetbol y el divorcio.
Eso de que con no vender licor ya no van a haber bolos, se parece a aquello de que con prohibir la tenencia y portación de armas, los asaltantes, secuestradores, sicarios y otros delincuentes ya no van a seguir siendo criminales. Se parece a aquello de que si la pobreza es falta de dinero, lo que hay que hacer es imprimir más billetes. Eso de que las leyes pueden moralizar a la gente es bien intuitivo, pero si uno se detiene a pensarlo bien…no tiene pies ni cabeza. Si las cosas fueran así, la guerra contra las drogas y las prohibiciones sobre el consumo, comercio y tenencia de estupefacientes ya hace años que hubiera acabado con el narcotráfico y con la narcodependencia.
Lo peor de todo es que creencias como las citadas sólo refuerzan la creencia de que a mí las cosas me pasan, contraria a la de soy el responsable de mi vida no sólo no resuelve los problemas, sino que refuerza una cultura de negación y de irresponsabilidad. Si la gente cree, de verdad, que la culpa de la pobreza y de la violencia intrafamiliar es del guaro y no de las personas; si la culpa de la delincuencia es de las armas y no de las personas; si la culpa de la narcodependencia es de las drogas y no de las personas se está criando un espantoso monstruo cultural.
Si mi abuelita tuviera ruedas, sería bicicleta; pero resulta que no.
Comments
comments
This entry was posted on martes, octubre 27th, 2009 at 2:20 pm and is filed under criminalidad, delincuencia, Todos Santos.
You can follow any comments to this entry through the RSS 2.0 feed.
Both comments and pings are currently closed.
Luis totalmente de acuerdo con su comentario; sin embargo creo que de alguna manera se vuelve efectivo, mas no por la prohibición en si misma sino porque en estos lugares si suelen aplicar el castigo prontamente. Lo cual refuerza la tesis que la seguridad del castigo es mejor paliativo que la buena leyGuillermo Galindo
Luis,me encanta la consideración acerca de la responsabilidad y del foco de control interno de la propia conducta (opuesto a que sea externo, las cosas me pasen).Y como comenta Guillermo, si bien el castigo suele funcionar bien, es siempre más alentador considerar que la postura derive en no tener que temer al castigo, sino que actuar con responsabilidad, lo que indicaría que hubo aprendizaje.Entonces, hay algún aprendizaje en este sentido? El castigo ayuda, pero no enseña conductas alternas, productivas y proactivas.Por cierto, mi abuela tampoco lo era…Un abrazo, Andrea:)
Ese es uno de mis temas contra la religión: la responsabilidad personal está sumamente devaluada. No son las leyes y las reglas las que resuelven la situación, son las personas y la educación que dan a sus hijos.Y el tema de "las cosas me pasan a mí" se vuelve absurdo… no tenemos la culpa cuando pasa lo malo y no tenemos mérito cuando pasa lo bueno! ¿No te parece ridículo?