En la primera edición de La rebelión de Atlas, Ayn Rand explicó: Mi vida personal es una posdata de mis novelas; y consiste en la oración: “Y lo digo en serio“. Allí mismo, la filósofa dice que confío en que nadie me dirá que los hombres acerca de los que escribo no existen. El hecho de que este libro haya sido escrito –y publicado– es mi prueba de que sí existen. Pues bien, Giancarlo Ibargüen es otra prueba de que los héroes de talla randiana existen, y andan por aquí emprendiendo, innovando, educando, y sirviendo de ejemplo.
Giancarlo es rector de la Universidad Francisco Marroquín y dejará de serlo la semana entrante; pero no por ello dejará de estar presente en las aulas y en los legados que está construyendo, como Antigua Forum, Startup Cities, la reforma educacional, Exploraciones sobre la Historia, o Exploraciones sobre la Libertad, para mencionar unas.
Tengo mi anécdota favorita de Gianca. En las caricaturas sesenteras, o setenteras había un personaje que cuando se ponía feliz, feliz, bailaba de puntillas, y se elevaba para luego descender suavemente. Gianca dice que así es como él llega a la UFM. ¡Y lo dice en serio! Desde siempre, y aún en medio de las inimaginables dificultades que le impone la ALS todos los días, el rector llega al campus feliz como solo un alma grande puede hacerlo.
Giancarlo es, sobre todo, un caballero. En otros tiempos llevaría capa y sombrero, o una armadura, como el Quijote que es. En otros tiempos andaría por aquí desfaciendo entuertos; pero ahora está entre nosotros, liberando a la educación de las cadenas medievales y de la dictadura, inspirando a los jóvenes que harán de Guatemala un Hong Kong, y reuniendo a mentes brillantes en anticonferencias que causan sacudidas en los cinco continentes.
En una época en la que muchas personas prefieren vivir por caprichos, el ejemplo de Gianca desmiente la idea de que es imposible perseguir valores buenos y actuar conforme a principios. Como los personajes de Rand y como don Quijote, Mahatma Giancarlo realiza lo que podría ser mito, y transforma lo que podría ser ficción en un ejemplo diario de bonhomía. Gracias.
Columna publicada en El periódico.
Que artículo tan lindo, Luis.
Saludos,