“Ya estamos hasta la coronilla”, dijo el presidente socialdemócrata, Alvaro Colom, al quejarse de la cobertura periodistica que recibe su administración. El mandatario rechazó las comparaciones y las vinculaciones con la administración del expresidente y exprofugo, Alfonso Portillo; y aseguró que la cobertura periodística negativa que recibe viene de “la gente que quiere seguir condenado al país al hambre”, que es difamatoria, que es una estupidez… y que propicia el enfrentamiento (al que Colom llama confrontación).
La mollera de Colom
Colom perdió la vertical cuando amenazó con revivir el delito de desacato, figura delictiva propia de la represión, de la cual se han servido muchos regímenes dictatoriales en Latinoamérica. Aquella figura anacrónica y autoritaria sostenía que quien ofendiere en su dignidad o decoro, o amenazare, injuraire o calumniare a cualquiera de los presidentes de los Organismos del Estado, sería sancionado con prisión. Lo que no sabía el Presidente es que dicho instrumento de la tiranía, ya había sido declarado inconstitucional en febrero de 2006 porque violaba el derecho a la libertad de expresión. Facultad que es propia de ciudadanos que viven bajo un régimen de derecho, y no bajo una dictadura.
En septiembre pasado, en busca de censurar los mensajes supuestamente difamatorios que son enviados por medio de correo electrónico, Colom anunció que se reuniría con ejecutivos de las empresas telefónicas para que “no autoricen” enviar aquellos mensajes sino hasta que se identifique la procedencia.
Colom ciertamente que debe estar hasta la coronilla; porque sólo así se explica tanto desatino, tan impropio de uno que presume de socialdemócrata (o talvez tan propio, si tomamos en cuenta que nacionalsocialismo y socialdemocracia comparten elementos etimológicos). Actualmente, en Nicaragua, Daniel Ortega ha iniciado una persecución contra los que él percibe como sus enemigos: la prensa independiente, sus críticosy todos los que se atreven a desafiar la dictadura que está montando allá. Lo que está haciendo el sandinista (aquel del socialismo nicaraguense de los 80) es cerrar toda oposición en su contra. Y patrones parecidos vemos en las administraciones de Hugo Chávez, y otros de esa calaña. ¿Es ese el camino por el que va la socialdemocracia guatemalteca que está reviviendo la iconografía y las prácticas de La Revolución?
La crítica, la fiscalización y el señalamiento de los errores son funciones informativas básicas de la prensa; pero, ¡más aún!, son derechos indiscutibles de cualquier persona, ciudadano, o tributario individual. Y, en todo caso, “las personas no deben temer a sus gobiernos, sino que los gobiernos deben temer a las personas”.
El que el Presidente de la República anuncie que “está hasta la coronilla” y que amenace a sus críticos es muy preocupante porque él encabeza al grupo que ejerce el poder; y el poder tiende a corromper, como dijo Lord Acton. Y lo peor que puede pasar es que ese poder no pueda ser criticado, fiscalizado ni señalado por sus errores. Alvaro San Nicolás Colom está abriendo puertas peligrosas cuando se pone a la altura de Ortega y de Chávez.