Silencio y violencia familiar

 

El caso de agresión contra una mujer, ocurrido en una calle de Mazatenango el 16 de agosto pasado, me recordó que, en lo privado, hay muchos casos de violencia intrafamiliar que no se conocen y menos se documentan. En muchos casos, las víctimas perdonan a sus agresores. ¿Por qué? Principalmente porque un elemento fundamental de las agresiones es la anulación de las víctimas. Esta invalidación emocional, una forma poco más o menos sutil, pero devastadora, de abuso, permite al agresor perpetuar el ciclo de violencia. Las agresiones no solo son físicas, sino también psicológicas, emocionales y económicas.

Agresión brutal de un hombre contra una mujer, en Mazatenango. Para ver el vídeo haz clic en la foto.La foto es de Xelanews.

La anulación incluye:

  • Negar la realidad: El agresor podría decir cosas como Eso no pasó así, o Estás exagerando, incluso ante evidencia clara de abuso.
  • Minimizar el impacto: Frases como No es para tanto, o Eres demasiado sensible invalidan el dolor emocional de la víctima.
  • Distorsionar hechos: Cambiar la narrativa para hacer que la víctima dude de su propia memoria o cordura, generando confusión y dependencia.

¿Por qué más? Porque el temor (irracional) se distingue del miedo (racional) en que el primero no siempre está basado en una amenaza objetiva o inmediata, sino en anticipaciones, distorsiones cognitivas o creencias internalizadas, a menudo moldeadas por el abuso. Por ejemplo, una víctima puede sentir temor constante de ser abandonada o de no ser suficiente, incluso sin evidencia clara, mientras que el miedo podría surgir ante un acto físico específico, como una amenaza verbal directa. En la violencia intrafamiliar, el temor es frecuentemente inducido, o amplificado por tácticas como la anulación, que desestabiliza la percepción de la realidad de la víctima, con el falso ofrecimiento de Esto no vuelve a pasar, el de Voy a cambiar, o el de No quise golpearte….y en el peor de los casos Lo que me haces hacerte

Dicho lo anterior, te recomiendo una serie y una película -de Netflix- que abordan la temática de los abusos. La serie es Ángela, un drama español que narra la historia de Ángela Rekarte Tomasena, una mujer que parece tener una vida perfecta con su esposo y dos hijas, pero que en realidad sufre maltrato conyugal. La serie, que consta de seis episodios, explora los secretos familiares, la manipulación y la amistad, con un enfoque en el abuso y la violencia que Ángela intenta superar.

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La película es Yo, Tonya, una comedia negra basada en la vida de la patinadora artística Tonya Harding. No solo narra su ascenso y caída en el mundo del deporte, sino que también expone de manera cruda cómo la violencia en el seno familiar puede moldear la trayectoria de una persona. A lo largo de la historia, se evidencia un patrón de abuso físico, emocional y psicológico que afecta profundamente a la protagonista.

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La violencia de parejas no es solo un problema de golpes; es un ciclo de control, manipulación y anulación que atrapa a las víctimas en un silencio doloroso. Romper ese ciclo requiere valentía, apoyo y, sobre todo, reconocer que la realidad de la víctima es válida, sin descuidar el hecho de que romper el ciclo también es su responsabiliad. Nadie debería vivir bajo la sombra del temor, o la invalidación.  En estos casos es importante identificar señales tempranas: aislamiento, control excesivo, o justificaciones del maltrato. Y no olvddar que la solución de situaciones de violencia de parejas es reponsabilidad del agresor y del agredido. Si alguien se identifica con la mujer de Mazatenango, con Ángela, o con Tonya, buscar ayuda es su gran responsabilidad.

Por cierto, que no se olvide el caso Siekavizza, que terminó de una forma muy sospechosa.

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