Dos adioses

 

La semana pasada fallecieron Margaret Dix y Humberto Grazioso, dos personas con quienes me crucé en la vida y de quienes tengo buenos recuerdos.

Margaret Dix

Margaret Dix, la foto la tomé de Facebook.

La doctora Dix y su esposo, Michael, eran miembros de la Asociación Guatemalteca de Orquideología; y como durante varios años hice del cultivo y estudio de esas plantas fascinantes un propósito para mi vida, pude disfrutar de su compañía y de sus conocimientos durante algún tiempo. A veces en las sesiones mensuales y a veces durante las excursiones alegrísimas que hacíamos en la AGO. Paseos a los que siempre iban acompañados por sus hijos pequeños.

Margaret era científica —como Michael—, era bióloga, conocía muchísimo de taxonomía y a ella acudía uno cuando tenía una duda insoluble con ese tema. La gente creía que era inglesa, pero había nacido en la isla de Jersey. Ella y Michael dedicaron muchos conocimientos y esfuerzos a la conservación del lago Atitlán, lago al que le tengo mucho cariño.

Humberto Grazioso Bonneto

«Respeto su opinión, pero no la comparto», es la frase que estoy seguro de que todos los que fuimos estudiantes de Humberto Grazioso recordamos con un toque de humor.

El doctor Grazioso me dio la clase de Filosofía del Derecho II en la Universidad Francisco Marroquín y creo que uno de sus autores favoritos era el jurista Luis Díez Picazo.

Aprecio mucho un consejo valioso que me dio cuando le compartí que estaba pasando por una crisis existencial. Me dijo: No deje que lo dominen las circunstancias.

Sobre el propósito y las circunstancias

Ayn Rand, en una entrevista con la revista Playboy, explicó que un propósito establece la jerarquía, la importancia relativa de sus valores, lo salva de conflictos internos sin sentido, le permite disfrutar de la vida en una escala amplia y llevar ese disfrute a cualquier área abierta a su mente. La orquideología fue un propósito en mi vida.

Viktor Frankl sostuvo que aunque no siempre podemos controlar lo que nos sucede,  siempre tenemos la libertad de elegir nuestra actitud frente a las circunstancias, incluso en las más extremas. Esta elección determina nuestra capacidad de encontrar significado. Sostuvo que la principal fuerza motivadora del ser humano no es el placer (como en Freud) ni el poder (como en Adler), sino la necesidad de encontrar un propósito o significado en la vida. Este sentido puede variar según las circunstancias y es único para cada persona.

Adiós, Margaret y Humberto. Que sus legados sigan inspirando a quienes los conocimos y a las generaciones futuras.

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