De cuanto en cuando la idea de silenciar a quiene opinan diferente llega a redes sociales y a medios de comunicación; y creo que no debe dejarse pasar la oportunidad de rechazar por completo la pretensión de que se pueda meter presas a personas -por entre 3 y 7 años- si se atreven a cuestionar que en Guatemala haya habido genocidio.
El tema es recurrente, ya lo dije. En 2013 leí un comunicado en el que un grupo de personas tuvo la arrogancia de advertir que no está a debate [PL, 22 de abril de 2013] si hubo genocidio durante el enfrentamiento armado interno durante el cual las guerrillas marxistas-leninistas trataron de hacerse del poder por la fuerza, para imponer la dictadura del proletariado.
Me opongo a aquellos intentos porque en la búsqueda de la verdad -en el ámbito social y político- todo tema debe estar sometido a examen, a conversación e incluso a debate; y sostengo que ningún tema debe ser tabú. Es más, en este caso, en el del genocidio, creo que hay una obligación moral de hablar al respecto y de escribir al respecto.
La libertad de expresión es fundamental no sólo para respetar la dignidad humana, sino para limitar el poder (que en este caso es el poder de censurar) y sobre todo para buscar la verdad. Quien censura y quien impide y prohibe la discusión de ciertos temas, es enemigo de la búsqueda de la verdad y es promotor del pensamiento único. Yo digo que en una sociedad abierta, en una sociedad libre y en una sociedad sana lo que corresponde es desafiar el pensamiento único. Incluso en temas dolorosos como el de los abusos y delitos cometidos durante aquel enfrentamiento, especialmente los de lesa humanidad (que no son lo mismo que genocidio).
Aquello me recordó lo que Frederick Copleston escribió en Historia de la filosofía. Demostró, Sócrates, su categoría moral rehusando acceder a que los ocho generales que debían ser procesados por su negligencia en las Arginusas fuesen juzgados a la vez, ya que esto era ilegal y estaba calculado para provocar la sentencia más dura… Una vez más cuando no quiso obedecer la orden de los Treinta… de que tomase parte en el arresto de León de Salamina, a quien los oligarcas trataban de condenar a muerte para poder confiscar sus propiedades. Deseaban sin duda implicar en sus actos al mayor número posible de ciudadanos eminentes, con vistas al día en que tuviesen que rendir cuentas.
Sigue Copleston: Sócrates fue llevado a juicio por los dirigentes de la democracia restaurada acusado de no honrar a los dioses que honra la ciudad, o sea de no conformarse con las ideas que le convenían al establishment; y de fomentar entre los jóvenes un espíritu de crítica con respecto a la democracia ateniense. Y ya sabemos en qué terminó Sócrates. Creo que a nuestra oligarquía oenegera y de los derechos humanos y ahora a los diputados semilleros le gustaría callar a los críticos de sus narrativas, de la misma manera en que la oligarquía y la democracia callaron a Sócrates.
En este tema, el intento de censura mediante la amenaza e cárcel, también me recordó De eso no se habla, una peli argentina que me gustaba mucho y trata de los oscuros padecimientos de la protagonista, en un pueblo desolado. Parece ser que para las tribus exguerrilleras, oenegeras y sus políticos afines, esa es la consigna: ¡De eso no se habla!