El mundo se quedará sin petróleo en 10 años, sentenció la U. S. Bureau of Mines en 1914. El mundo se quedará sin petróleo en 13 años, advirtió el U. S. Department of Interior, tanto en 1939, como en 1950. El mundo se quedará sin petróleo y sin otros combustibles fósiles en 1990, espetó Paul Erlich en 1973. Ese mismo personaje; pero en 2002, movió las fechas fatales para 2030 y 2050.
Pero mira lo que ha pasado, a pesar de que el consumo de petróleo ha crecido en el mundo, también han crecido las reservas del oro negro. Esto es porque se ha multiplicado los yacimientos tradicionales y no tradicionales de petróleo; y porque han mejorado sustancialmente las tecnologías de extracción, producción y aprovechamiento del petróleo y de sus subproductos.
Lo cierto es que a pesar de la bola de cristal de Erlich y de las de los burócratas, la disponibilidad de petróleo ha crecido y por ningún lado se ve que vaya a acabarse.
¿Por que qué me llamó la atención este tema? Porque estoy leyendo con mis estudiantes Progreso y sentido común, el capítulo III de Los fundamentos de la libertad, de Friedrich A. Hayek; y la semana pasada leímos El poder creador de la civilización libre, el capítulo II de ese mismo libro. Podría compartir mucho de esos capítulos pero te dejo cuatro ideas, por lo pronto: La mayoría de las ventajas de la vida social, especialmente de las formas más avanzadas que denominamos `civilización´, descansa en el hecho de que el individuo se beneficia de más conocimientos de los que posee y que El desarrollo del conocimiento y el desarrollo de la civilización son lo mismo únicamente cuando por tal conocimiento significamos algo que incluye todas las adaptaciones humanas al medio que nos rodea y al que han sido incorporadas las experiencias pasadas. También que sería más correcto pensar en el progreso como un proceso de formación y modificación del intelecto humano; un proceso de adaptación y aprendizaje en el cual no sólo las posibilidades conocidas por nosotros, sino también nuestros valores y deseos cambian continuamente. Finalmente, la idea de que sólo los totalitarios saben claramente como quieren lograr los resultados de sus particulares ideas de progreso, mientras que el mundo libre sólo puede mostrar sus logros pasados, dado que por su misma naturaleza, es incapaz de orecer cualquier `plan´detallado.
Aquellas reflexiones vienen a cuenta porque en 1970 se estimaba que habría otra edad de hielo en diez años. En 1980 se leía que la lluvia ácida destruiría todas las cosechas en la próxima década. En los 90 el enemigo era la destrucción de la capa de ozono que tenía sólo 10 años de vida. En 2000 la historia iba por la próxima desaparición de los cascos polares.
En algún momento de los años 90 tuve la dicha de conocer y entrervistar a Julian Simon, autor de The Ultimate Resource, de The State of Humanity y de Its Getting Better All The Time, obras en las que -con data- desmanteló los mitos cataclísmicos que difundían los Erlichs y las Gretas de todos los tiempos. Ni hay menos bosques, ni las aguas están más contaminadas, ni las materias primas son cada vez más caras, ni la gente trabaja más, ni se derritieron los polos, ni se acabó el petróleo.
Eso sí…en muchos países hay impuestos para contrarrestar las predicciones apocalípticas y cada vez hay más regulaciones para controlar las vidas de las personas en función de las cábalas siniestras y pedantes del World Economic Forum y otros espacios parecidos.
Para apreciar el valor del progreso humano, valor que damos por sentado porque suele ser pedestre y cotidiano, te invito a que googlees: Hans Rosling: The Magic Washing Machine, TED Talk y que visites con frecuencia humanprogress.org. un espacio que expone que la evidencia de académicos individuales, instituciones académicas y organizaciones internacionales muestra mejoras dramáticas en el bienestar humano en gran parte del mundo. En las últimas décadas, estas mejoras han sido especialmente sorprendentes en los países en desarrollo. Desafortunadamente, a menudo existe una gran brecha entre la realidad de la experiencia humana, que se caracteriza por mejoras graduales, y la percepción pública, que tiende a ser bastante negativa sobre el estado actual del mundo y escéptica sobre las perspectivas futuras de la humanidad.
Es un gran recurso para poner en perspectiva mucha de la negatividad y del pesimismo que rondan por todas partes.
Columna publicada en República.