El domingo iré a votar

Se revenden conciencias/ y compramos la piel/ Le cambiamos la cara/ Le compramos a usted/ Y si quiere dinero/ se lo damos también/ Usted lo da primero/ y nosotros después, en esta canción de Patxi Andión pienso cuando veo que se acercan los comicios del próximo domingo.

Unas elecciones raras, por cierto, porque por primera vez en mi vida voy a ir a la mesa de votación arrastrando los pies.  No es que antes no haya votado contra cierta candidata, en vez de votar a favor de alguna opción, pero es que ya se hizo cansino.

Francamente yo quisiera que hubiera mejores candidatos; pero como decía un político pícaro de los años 80 y 90, esto es lo que da la melcocha.  Eso sí, si sé que voy a poner mi equis sobre algún símbolo porque mi misión es que no quede la que considero que es la peor candidata, la más dañina, la más peligrosa potencialmente.  Es un hecho que alguien va a ganar la elección, me guste, o no; y es un hecho que al hacer una lista de posibilidades con sus pros y sus contras, sí hay candidatos peores.  Peores no sólo en cuanto a la calidad de su discurso, ala calidad de sus ejecutorias y a la calidad de ideas. Peores en cuanto al daño institucional potencial del que son capaces.

Como la política es el arte de lo posible voy a apostarle al largo plazo y a ganar tiempo con la ilusión de que los chapines aprendamos una lección: Hay que reformar las instituciones electorales para que no volvamos a vernos en la situación penosa actual.  ¡Y hay que forzar a los políticos para que esa reforma no sirva a intereses particulares como los ha servido la reforma vigente!

Por lo pronto voy a votar cruzado para que los políticos se obstaculicen y se bloqueen entre ellos. A algunas personas no les gusta esta forma de votar porque dicen que encarece la acción política; pero yo digo que no hay clavo con eso porque el poder mientras más limitado es, mejor.

Repito que en la papeleta de candidatos presidenciales votaré contra el mal mayor, mi voto no es una aprobación, ni un mandato de representación.  Sólo es la respuesta a un dilema moral. En el largo plazo, ¿qué es peor, el mal A, o el mal B? .                     

Para alcalde de la ciudad de Guatemala voy a votar resignado y como por inercia, pero voy a votar para evitar opciones más perjudiciales, mas inexpertas, más fantasiosas y más perniciosas. Ni de lejos es un voto de aprobación, sólo es uno aguante.

Para diputados -tanto en la lista distrital (papeleta celeste) como en la lista nacional (papeleta verde)- me siento cómodo con las opciones que tengo.  No son la gran cosa; pero, la verdad sea dicha, hay poquísimas posibilidades de que alguna vez haya candidatos con los que esté muy de acuerdo y que llenen todas mis expectativas.

¿En la papeleta del Parlacen? ¡Mofas, befas y escarnios!  No se me ocurre una opción mejor, como no sea algo así como ¡Cierren esa bazofia!

Se que estas meditaciones tienen un aire pesimista -como la canción de Andión- pero no te confundas.  Aunque me presente ante la junta receptora de votos arrastrando los pies, voy a ir a votar porque puedo. Votaré porque el sufragio es mejor que agarrarse a balazos; porque ir a votar es mejor que tener que salir a la calle a arrojar piedras; porque prefiero que los jóvenes voten, y no que tengan que entregar sus vidas para combatir a una presidenta que resultó electa porque no entendí que era más prudente votar contra ella, que ser neutral y fingir que no soy responsable de los resultados.

Columna publicada en República.

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