Arbolito para alegrar las fiestas

 

En casa tomamos en serio el arbolito que nos alegra las fiestas de fin de año.  El pinabete tradicional no sólo nos trae su aroma encantador, sino que su color y sus formas, así como las luces y las figuras que lo adornan son símbolos de paz y amor, nos traen recuerdos y nos dan esperanzas.

En casa celebramos el solsticio de invierno, yuletide, navidad, las saturnalias y otras fiestas de fin de año con arbolito y decoraciones tradicionales.  El arbolito tiene que ser Abies guatemalensis y no pueden faltar la manzanilla, los chinchines, la tortuga y otros objetos que nos conectan con nuestras historias propias, nuestras infancias y con las generaciones que nos han precedido.

El niño que incluimos entre aquellas decoraciones representa nuestra confianza en un universo benevolente, nuestra esperanza por un futuro mejor y la alegría que traen a casa las nuevas generaciones.

El viernes fuimos a traer el arbolito a El encanto, de Tecpán;  y, como el año pasado, el espíritu de la querida doña Mireya nos acompañó a la hora de elegirlo y en el momento de encenderlo.  Este año, este último proceso fue toda una aventura que te contaré abajo.

Para los que vienen por primera vez:

En las casas de mis abuelas y de mis padres no siempre hubo pinabetes. De cuando yo era niño recuerdo varios árboles inolvidables. En casa de mi abuelita Juanita me es imposible olvidar unos chiribiscos hermosamente adornados con cabello de ángel (aquel cabello de ángel, de verdad, que era de fibra de vidrio) y con luces en tonos pastel. También recuerdo los pequeños árboles que ella, y mi tía abuela La Mamita, solían montar -con primor extraordinario- para mi hermano y para mí, junto a nuestro propio nacimiento en miniatura.

En la casa de mi abuela, Frances, recuerdo que los árboles eran generalmente pinabetes, o cipreses. A veces eran adornados con nieve elaborada en la casa con un jabón que venía en escamas; árboles siempre llenos de figuras variadísimas y algunas muy antiguas, así como con luces de colores. Allá algunos de aquellos árboles eran tan altos que mi padre y mi tío Freddy tenían que usar escalera para llegar hasta arriba y distribuir bien las luces y las figuras.

En la casa de mis padres tuvimos gran variedad de arbolitos. Aunque los favoritos eran los pinabetes, también tuvimos cipreses y creo que algún pino. Los pinos no me gustaban porque, a pesar de que olían rico, se ponían tristes rápidamente y también tuvimos algún chiribisco plateado. En algún momento de principios de los años 70 se pusieron de moda unos árboles que ya venían nevados y tuvimos uno de esos. Y en los malos tiempos tuvimos un árbol prestado, y un árbol simbólico, hecho con chorizo de pino, en la pared.

En casa es tradición que cada año compramos un adorno nuevo y lo incorporamos a los que ya tenemos. Hay adornos variados: dos hawaiianas, uno que muestra a Odin, otro de La rebelión de Atlas, uno del barco Estrella de la India, una estrella de Santa Catarina Palopó, varios con motivos propios de la temporada, unos con mapas, y así.  Los de este año son vintage, hechos de hojalata y pintados como de principios del siglo XX.

Una aventura de árbol

Fuimos a El Encanto, de Tecpán a por el pinabete, lo subimos al techo del pickup y lo trajimos a la ciudad.  Al llegar a casa notamos que el arbolito se veía particularmente alto y por poco y no entra al elevador.

Al entrar a casa y tratar de poner en pie el arbolito resultó que no cabía y habría que cortarlo.  Cosa que resolveríamos el sábado al contactar al cuate que nos hace trabajos en la casa y tiene sierra eléctrica.  Pero el sábado tuvimos un día complicado y el muchacho de la sierra no podía llegar porque estaba comprometido con otro trabajo.  Así que el pobre arbolito quedó horizontal en el piso.  Y aquí viene lo curioso…

Estuvimos hablando de la complicación que se nos había presentado, hubo llamadas telefónicas al respecto y…¿vas a creer que en mi teléfono salieron dos anuncios de sierras eléctricas?…y mejor aún…de sierras eléctricas cortando troncos sobrantes de arbolitos de navidad.  Cada vez me convenzo más de que nuestros teléfonos nos escuchan y nos ofrecen anuncios de lo que comentamos.  ¿Qué opinas?

Llegó el domingo y el cuate que nos hace trabajos en casa avisó que no podría llegar; y, claro, no íbamos a tener el arbolito tirado 24 horas más.  Así que fui a comprar una sierra eléctrica, porque estaban en oferta y porque la tarea de cortar el tronco se veía fácil en uno de los anuncios.

La cosa es que volví bien armado y en casa procedimos a cortar el tronco sobrante…pero la madera del pinabete es más dura de lo que pensé…y para hacer la historia corta terminé con el brazo adolorido y dos ampollas en el dedo índice de la mano derecha.

¿Valió la pena? ¡Claro que sí!  El arbolito está guapo y ya hay ambiente.  Sólo faltan tamales y ponche.

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