Adiós, Bobby Ríos

Roberto Bobby Ríos era un caballero, y cuando falleció lo primero que pensé es que se nos fue un noble de la libertad.  Es que, a lo largo de su vida, él le entregó a la causa recursos, talento, tiempo y entusiasmo.  Ese entusiasmo que a él y a muchos de sus amigos les permitía cantar Al mal, combatir sin temor/ Triunfar sobre el miedo invencible/…Buscar la verdad del error/ Vivir con los brazos abiertos /Creer en un mundo mejor.

Sí, creer en un mundo mejor.

A pesar de la diferencia de edades, Bobby me permitió llamarlo así como lo llamaban sus amigos.  Era un hombre generoso y sereno.  Sabía hacer las preguntas necesarias en el momento apropiado.  En la mesa del Centro de Estudios Económico-Sociales no sólo aprovechábamos su experiencia y sus consejos, sino la salsa de chiles tailandeses que llevaba para el almuerzo de los lunes, y el queso de capas.

¿Quiénes eran aquellos sus amigos a los que me referí? Ulysses Dent, a quien no tuve la dicha de conocer.  Manuel F. Ayau, campeón de la libertad, guía de generaciones de jóvenes inspirados por su ejemplo y que siempre me tuvo paciencia; maestro universal y magnánimo.  Julio Lowenthal, con quien compartí el tribunal de honor en mi brevérrimo paso por la política y de quien me hubiera gustado aprender más; ¡Ah, como disfrutaba yo de su particular sentido del humor!  Félix Montes y Jorge Molina, que siempre me animaron a escribir y a quienes nunca les faltaban sonrisas para compartir.

Es admirable que aquellos grandes y otros de su talla hubieran convergido en Guatemala y que, sobre los principios que compartían y a pesar de las diferencias que podrían haber tenido, hicieran realidad aquel sueño que parecía imposible y hoy es la Universidad Francisco Marroquín.

Aquellos cinco Atlas probaron que los Howard Roark y los John Galt son posibles.  Confirmaron que es verdadera la premisa del universo benevolente y que es posible un mundo mejor.  Comprobaron el valor de la amistad basada en la virtud. Probaron que es posible llegar al final y decir Porque sé que si logro ser fiel./ A tan noble ideal,/ Dormirá mi alma en paz al llegar./ El instante final.

¡Chapó!

Columna publicada en elPeriódico.

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