La lápida de mi bisabuela

 

¡Se robaron la lápida de mi bisabuela, Gilberta! ¡Se la robaron en el Cementerio general que está a cargo del Ministerio de Salud!  A quienes se la robaron, y a quienes tienen y han tenido en abandono esa necrópolis les deseo el mal.

Doña Gilberta murió en 1920, en plena Semana trágica, durante los eventos que rodearon a la caída del don Manuel Estrada Cabrera.  Con la lápida de mi bisabuela también se robaron otras lápidas de familiares cuyos restos se hallan en el mausoleo.  El caso -en mi familia- no es único, el bronce y las barandas de hierro del mausoleo de mi bisabuela Adela también fueron robados.

Décima, de izquierda a derecha, mi bisabuela Gilberta Cabrera sentada.

En realidad, todo el Cementerio general de la ciudad de Guatemala ha sido saqueado y destruido por el mismo tipo de chatarreros que han vandalizado la Avenida de la Reforma y la Avenida de las Américas.  El monumental mausoleo de Justo Rufino Barrios está desmantenlado casi en su totalidad, y en la cripta habitan rufianes.  Algo ha rescatado el Ejército, pero la belleza del lugar se ha perdido.

En el camposanto merodean asaltantes y traficantes de drogas. La última vez que visitamos la tumba de Gilberta, con mi mamá, tuvimos que abandonar la idea de limpiar el lugar porque por el área rondaban sujetos de muy mal aspecto, en moto.

¿Me vas a decir que de esos pillos no saben nada la administración y el Ministerio? ¿Has ido a un entierro ahí últimamente? La última vez que fui me devoraron los zancudos y he oído que a veces hay que llegar con bombas de iglesia para detonarlas y espantar a los zopilotes durante los sepelios.  ¡Es una indignidad y una afrenta!

La podredumbre, la descomposición y la inmundicia que hay en el Cementerio general no sólo es un reflejo de todo lo que está mal en Guatemala y en la administración pública.  Es una falta de respeto y un desprecio para la memoria de las personas que fueron enterradas ahí y para sus familias.

Por eso no tengo empacho alguno en desearles el mal a los burócratas y políticos que han convertido el Cementerio en una imagen de su abulia, de su corrupción y de su indecencia, por décadas.

Columna publicada en elPeriódico.

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