Con ocasión de la llegada del otoño en el hemisferio norte vienen los pasteles de Luna. Y qué casualidad que también en el mes de mi cumpleaños. Este año, que es especial en mi vida, considero los pasteles de Luna como una parte de mis celebraciones.
En Taiwán y en China, la costumbre es que la gente coma pasteles de Luna en esta temporada y para celebrar el Festival Zhongquiu o Festival de la Luna.
Yo los disfruto mucho desde la primera vez que los probé, seguramente allá por finales de los años 90, gracias a mis amigos de Taiwán. Desde entonces siempre estoy pendiente de que salgan a la venta. Comparados con los pasteles occidentales tradicionales, estas delicias son densas y pesadas (pero no en un sentido negativo). Se los decora con caracteres que aluden a la felicidad, la longevidad y a otros buenos deseos, acompañados por imágenes de conejos y flores entre otros.
En Guatemala se los consigue en el restaurante Lai Lai de la Montúfar. Los hay sin huevo y con huevo. Los primeros no son ajenos al gusto occidental y de hecho recuerdan algunos dulces tradicionales chapines hechos con camote, o chilacayote; pero los segundos sí son un gusto adquirido que, a quienes nos fascina la comida oriental, nos parece encantador.